Aquella Francisca que en julio de 2003 aparecía en las primeras páginas de mi libro “Un sol en la ventana”, esa misma heroína va a volver a surgir en carillas de literatura, pero con acentuada trayectoria a nivel nacional. A Francisca Vivas de Iñíguez le cupo el honor y la novedad o extrañeza de su oficio, el de guardabarreras en el ferrocarril que surcaba la ciudad de Sunchales en otro tiempo. Oficio que nos vincula automáticamente con alguna figura varonil, de buen porte y espíritu paciente, abnegado, presto para asumir el compromiso de producir y vigilar el paso de locomotora y vagones en determinadas horas y con la exactitud de cronómetro para evitar inconvenientes al gran bagaje de pasajeros de aquella época.
Pero no fue así. La figura diminuta de Francisca ubicó la originalidad en la historia pueblerina. Las circunstancias de la vida la llevaron a asumir este compromiso para atender las necesidades de un hijo que se había quedado sin padre, arrebatado del hogar siendo muy joven. Pero la estirpe familiar de la joven se había alimentado con conocimientos profundos sobre el ferrocarril, ya que provenía de una acendrada raigambre con tradición de trenes, vagones, vías, recorridos, kilometraje, todo un acervo cultural que le sirvió como sólido basamento para su desempeño laboral.
Los recuerdos inundaban su mente y el corazón después del deber cumplido en días de soles ardientes o madrugadas de cristales sobre los campos; de noches estrelladas y otras dolientes, lluviosas y desalmadas, implacables en su hostigamiento sobre la figura de la joven madre. Enfundada en su largo piloto, muchos la confundían con un varón, dados los atributos del usual desempeño. “Las banderas se convirtieron en mis semáforos. El farol por las noches jugaba a “atender a los trenes” cuando se vestía de verde”, a “detener al público” con luz roja y en su ojo blanco “no había nada anormal”. De seis a seis; doce horas para suplir la ausencia de barreras. Un batón gris, la insignia correspondiente, ropa de agua para el aguacero, las botas y un gorro”, narraba Francisca.
La ciudad rinde tributo de honores a sus pobladores cuando circunstancias destacadas los ubican en sitiales dignos de reconocimiento. Francisca certifica un capítulo de la historia sunchalense; meritoria actuación que debe trascender los límites de la temporalidad y quedar grabada en páginas evocativas. Por ello una calle de Sunchales lleva su nombre en Lomas del Sur.
Solange Godoy, Socióloga, Becaria Doctoral en el Conicet con asiento de Capital Federal, enterada de mi publicación, me ha solicitado los datos biográficos de Francisca Vivas de Iñíguez, petición que con urgencia atiendo. Se hallan analizando la trayectoria de los ferrocarriles argentinos e interesa profundamente la participación de la mujer en esta epopeya comunitaria.
Otra vez, en páginas de la historia trazada se hallará el nombre de nuestra guardabarreras. Pero en esta ocasión, serán carillas de acontecimientos importantes enhebrados en el carril de los hechos fundamentales de conexión y transporte, de economía y sociedad, de geografía y cultura, porque todos estos rótulos tuvieron cabida en la trayectoria de los ferrocarriles argentinos.