El conflicto del desarraigo, la pertenencia a un suelo natal y la necesidad de emigrar en busca de otros horizontes se plantean en el argumento de la obra. Quienes ya lo hicieron, vuelven con su carga marcada por el éxito y desequilibran la monotonía y las carencias de quienes aún no se deciden a imitarlos. Apremios de supervivencia económica, rutina hogareña, recuerdos de la infancia compartida, todo aflora sobre el escenario y se desliza en la trama que atrapa al espectador.

La excelencia de los actores añade emoción y complejidad, un laberinto de donde deberán emerger con resultados genuinos para tomar decisiones: imitar a quienes un día se alejaron del país o continuar con la rutina que pone grises sobre la vida cotidiana, con un laberinto de sinsabores. La calidad de Gabriel Fiorito se pone de manifiesto en su magnitud como director. Los actores: Elizabeth Suárez, Roberto Cerri, Cecilia Gonella, Pablo Gamero; Asistente, Vanesa Ricarte, se desenvuelven con marcada solvencia.

La sala está colmada y el público aplaude de pie, acompañando merecidamente a quienes les han prodigado Teatro con mayúscula. Orgullo de sunchalenses al sentirlos propios, dotados de aptitudes ponderables.