Alguien escribió: «Si estás buscando una noche de drama y sorpresa, prueba ir al teatro». El término proviene del griego «theatron», que indica un «lugar para mostrarse, exhibirse». Exhibirse es lo que hizo precisamente Pablo Gamero, aunque en realidad podríamos decir que «reafirmó» el excelente concepto que ya teníamos de él. Dúctil, versátil, afronta cualquier desafío actoral porque sabe que puede adueñarse de cualquier rol, por apocalíptico que pareciera ser porque lo aborda, se compenetra y resuelve situaciones inverosímiles.

¿Estaba muerto o vivo? ¿Había sucedido verdaderamente su accidente? Los celulares, elementos indispensables de los seres vivientes, ¿tendían en realidad sus redes entre el presente y el más allá? Con su mínimo e indispensable atuendo (podría decirse un taparrabo) vistió la escena con múltiples ropajes porque lo imaginamos en su agencia de automóviles, como novio, hijo, hermano… y también con mortaja.

Movilizarse en escena fue verdaderamente un logro, así como resultó multifacético su lenguaje gestual. Joven, ágil y expresivo, la parodia por momentos parecía ser una macabra realidad que increíblemente, arrancaba risas y aplausos del público. Un público que disfruta y aplaude, pero agrega a eso el sentido de pertenencia; sabe que no han llegando surcando la distancia, son nuestros actores. Meritoriamente conducidos, han descubierto sus potencialidades y hacen gala de ellas en escenarios locales.

Foto: Ariel Balderrama.

En la segunda obra, con la incorporación increíble de Rubén Leonardini, rubricaron actuaciones más que meritorias. Si desconocíamos la llegada de Leonardini al grupo de teatro, la sorpresa desató el subido tono de los aplausos. Y con un giro rotundo en la actuación de Gamero fueron ya dos componentes para “el drama y la sorpresa” que mencionábamos al principio. La asistencia correspondió a Vanesa Ricarte.

Surgen mis cavilaciones personales. ¿Qué etapa estaría viviendo Sunchales si el regreso de aquel joven que un día partió hacia la majestuosa Buenos Aires no se hubiera producido? Pero volvió, porque amaba y ama a su familia, el terruño y además, abrigaba un sueño. Trajo las manos llenas de semillas pródigas y aquí las echó en los surcos sedientos. Aquí espigaron los artistas que hoy gozamos sobre el escenario. El artífice se llama Gabriel Fiorito. Y todo sucedió el domingo, en la hermosa sala de Amigos del Arte.

Escena de «Hermanos» (Foto: Ariel Balderrama).

Acerca de las obras
– Celular (de Pablo Albarello), con la actuación de Pablo Gamero y Dirección de Gabriel Fiorito.
– Hermanos (de Pablo Albarello), con la actuación de Pablo Gamero y Rubén Leonardini, bajo la Dirección de Gabriel Fiorito.