Argentina, nombre que proviene del latín argentum, que significa plata; el nombre que, moviendo sus letras, se lee: ”ignorante”; “l’ a América” de los abuelos gringos; Argentina, una de las últimas regiones en contar con un virreinato, y una de las primeras en llevar a cabo una revolución e independizarse. Libertad e Independencia para una nación forjada en absurdos enfrentamientos. Argentina, receptora de las oleadas migratorias más exitosas, por aquello de “gobernar es poblar”, mientras abatían a los pueblos autóctonos. Argentina, agobiada por dictaduras militares. Argentina de Premios Nobel, del cine merecedor del “Oscar”, Argentina del cardiocirujano argentino que desarrolló el baipás coronario, la que se hincha de orgullo por Messi y Maradona. Argentina que cae y se levanta y vuelve a caer como si fuera parte de una forma de ser, Argentina de las inflaciones desorbitantes, Argentina repleta de leyes que nadie respeta, porque nadie controla y pocos sancionan.
Argentina de las dicotomías: Saavedra – Moreno; Dorrego – Lavalle; unitarios – federales; Sarmiento – Mitre; Radicales – Conservadores; gringos – criollos; Perón – Balbín; ni vencedores – ni vencidos; Colorados – Azules; Radicales – Peronistas; el sur – el norte; Buenos Aires – el interior; pleno empleo – desocupación a altos niveles; Argentina de: “Vuelvan los militares” – “Nunca más”. Así, podríamos ir buscando diferencias, que lejos de enriquecer al país lo han roído en sus entrañas; grietas tras grietas con cambio de protagonistas.
Argentina del “aquí no hay racismo”, pero algunos son “negros de m…” o gringos brutos, judíos, otros son “bolitas”, otros más, peronachos, gronchos, planeros, piqueteros, vagos, villeros, gays, etc. Todo cabe en el espacio triangular del territorio. Todo sirve para el bullying, para ponerse de un lado o del otro, para diferenciarse o acercarse. Sin embargo, en un medio masivo, una mujer rusa dijo: “Acá no hay rusofobia como se experimenta en algunos países europeos”.
Argentina, la que exporta cerebros y jóvenes que se marchan a buscar un futuro predecible. Sin embargo, es el país elegido por miles de mujeres de Rusia y Ucrania, para parir. Quieren que sus hijos sean argentinos, protegidos por la bandera del mismo color del cielo, celeste y blanco; ese cielo que no encuentran en su tierra opacado por la violencia de las guerras.

¿No saben cuántos problemas tenemos? ¡Claro que lo saben! El mundo es global y todo se conoce, pero las mujeres eligen lo que tal vez nosotros no vemos, entorpecidos por nuestros fanatismos. Una madre rusa expresó: “Nuestro hijo no sabe lo que hizo por nosotros”. Ese niño recién nacido los ha bendecido con la ciudadanía de este país plagado de conflictos, pero lleno de solidaridad, de derechos, de oportunidades, de paisajes apacibles, de gente amable, con vocación de servicio, de PAZ.
Seguramente están viendo el vaso medio lleno de esta sociedad tan vapuleada. Detrás de ellos debe haber un impulso para poder llenarlo. De eso se trata cuando no se tiene nada, de eso se trata cuando golpean las guerras y la muerte es una constante. Nuestros abuelos inmigrantes son ejemplo.
Buscan el espacio donde hablar, moverse, interpelar con libertad; se dan cuenta que Argentina permite todo: insultar autoridades, burlarse de ellas, aprovechar redes para calumniar, denunciar y decir sin límites, sin que nadie les impida hacer uso de la “libertad de expresión”. Libertad que siembra odios unas veces, y otras, propicia encuentros. Sin duda, el país de las dicotomías es éste, porque tal vez Argentina en sus propias letras guarda la dualidad de ser de plata para brillar sin remedio, o ser ignorante y no valorar su potencial geográfico y humano. Sigue en las diatribas originales.
Esta es la patria que nos contiene, nos pone frenéticos de alegría o de broncas, pero es ésta, la misma en la que las mujeres de Rusia y de Ucrania eligieron para mestizarse. Tal vez crean que pueden llenar el vaso medio lleno como hicieron nuestros abuelos gringos.
Bienvenidas a parir en Argentina, a tomar mates, a aceptar el bullying, cuando llamen a sus hijos “rusito”. Bien dijo Julia Prilutzky Farny, en versos de su poesía “La Patria”:
“Donde se quiere arar. Y dar un hijo.
Y se quiere morir, está la patria”
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Griselda Bonafede