Con Matador, el cineclub cierra la primera etapa

La tercera entrega del ciclo de cineclub que es organizado por el Museo y Archivo Histórico “Basilio María Donato” tendrá lugar en la noche de hoy, a partir de la hora 21 en la sala “Blanca Lila Marquínez”. Allí, como ha ocurrido en las semanas precedentes, se podrá ver de forma gratuita la proyección del filme y luego habrá un espacio disponible para quienes quieran efectuar colaboraciones de tipo argumental encarando así un debate de ideas e interpretaciones.

Asimismo, ya la pasada semana, Daniela Spano, coordinadora del Museo, comentó que hay un interés de un sunchalense como para hacer del cineclub un ciclo más extenso, llevándolo adelante durante los meses venideros y con una estructura mayor, centrada en ciclos de cine mensuales dedicados a autores y géneros específicos. No obstante, aún no hay nada confirmado al respecto. La siguiente es una crítica de la película elegida para la noche de hoy:

En: miradasdecine.net
Por: J. A. Souto Pacheco

Matador es la historia de Diego Montes (Nacho Martínez), torero retirado a causa de una cogida que no puede evitar el impulso de matar, se excita viendo películas de Jesús Franco y Mario Bava y asesina a varias jóvenes. Una abogado criminalista (Assumpta Serna) es una admiradora fetichista del diestro, también siente el mismo impulso criminal y mata a los hombres mientras hace el amor con ellos, con arte torero. En manos de la pareja, la muerte es una fuente de placer físico.

Con Matador, el director manchego inicia un cine que busca grandes historias de amor, que busca un romanticismo desaforado, alejándose de la frivolidad de sus primeros filmes. Almodóvar regresa a los grandes sentimientos y ancla su cine en las emociones, rozando, en ocasiones, el más absoluto de los ridículos pero saliendo generalmente airoso del trance.

Conocido es el gusto de Pedro Almodóvar de vestir sus historias con un transfondo de thriller. De este modo consigue un desarrollo de la historia complejo en el que puede analizar la personalidad de los protagonistas a lo largo de una investigación policial al tiempo que mantiene el interés del desenlace. No obstante, en Matador la dinámica de la investigación resulta bastante inverosímil con lo que el dibujo de los personajes queda bastante difuminado. La película apunta muchas cosas pero no acaba de cuajar en la mayoría de ellas.

Como sucederá con cierta reincidencia en sus siguientes películas, los personajes de Matador están marcados por la fatalidad, situándolos Almodóvar al borde del precipicio de la tragedia. El mayor de los problemas radica en que, en ocasiones, estos personajes no parecen estar insuflados de vida propia sino que se asemejan más a meras marionetas movidas por la mano del destino, como si fueran zombies guiados por la estimulación de un final predeterminado.

El director manchego, al que siempre le ha perseguido la etiqueta de ser un gran director de actrices, carga con eficacia con la misma ya que el trabajo de Assumpta Serna es perfecto, Chus Lampreave está deliciosa (hoy podríamos decir que es un icono más del cine de Almodóvar), Julieta Serrano ofrece una composición de su personaje más que correcta y Eva Cobo jamás estuvo tan bien como en este filme. Sin embargo, yo desecho la etiqueta susodicha. Quizás porque el cine de Pedro Almodóvar ha centrado el protagonismo de sus películas en la mujer, se olvidan las estupendas actuaciones que suelen ofrecer los actores de sus filmes. En Matador, el trío masculino es de órdago: Nacho Martínez, Antonio Banderas y Eusebio Poncela. Por primera vez en su filmografía, Almodóvar hace un cine abiertamente homosexual, si bien hasta entonces tampoco escondía nada. Con esa puerta abierta, los hombres empiezan a tener protagonismo en el cine del director.

Con la cruz a cuestas de director iconoclasta, irreverente, desvergonzado y provocador, Pedro Almodóvar intenta huir, quizás por primera vez en su filmografía, de los elementos humorísticos y petardos. Sin embargo, un ácido humor negro rezuma de la cinta. El problema del filme es que, como solía ocurrir por aquella época en sus películas, existe una sensación de dispersión que torpedea el ritmo de la narración.

La puesta en escena comienza a ser más sofisticada en el cine de Almodóvar, con un empaque visual cada vez más imaginativo. Secuencias como el primer asesinato de María Cardenal, la frustrada violación y el coito final, así lo atestiguan. Con un cine cada vez más plástico, los movimientos de cámara son dinámicos y nada gratuitos, el montaje del filme es efectivo (y efectista) y está envuelto en una fotografía que sabe sacar partido del vestuario y los decorados (almodovarianos cien por cien) y en una partitura musical bastante ajustada por parte de Bernardo Bonezzi.

La escena final de la película, en la que los dos asesinos consuman su deseo, Almodóvar la sitúa en un eclipse de sol. El director convierte así, dicha escena, en una brillante metáfora de lo que ocurre con los dos personajes. Pedro Almodóvar lleva la pasión de sus personajes al límite en una escena en la que fácilmente se vislumbra la sombra de El imperio de los sentidos (Ai-no corrida. L’empire des sens. 1976. Nagisa Oshima). La película también contiene claras referencias a Duelo al sol (Duel in the sun. 1946. King Vidor) y El beso de la pantera (Cat people. 1982. Paul Schrader).

Por último, simplemente apuntar que Almodóvar nuevamente satiriza a la religión católica. El Opus Dei, la Iglesia, vuelve a ser un elemento almodovariano. Al igual que en su más reciente La mala educación (2004), el personaje perverso de la película es el de Julieta Serrano, como fanática del Opus Dei.

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