Un Día del Amigo Sunchalense especial

La alegoría realizada por Darío Carnero, enclavada en Plaza Libertad.

Este año, el Día del Amigo Sunchalense tiene una sensación diferente. No hay acto oficial, no hay evocación pero tampoco hay amigo… esta es la primera vez en la cual Bernardo Glasberg no está presente para recordarlo con sus vivencias y anécdotas. Quedan otros, claro que si, Américo cosechó muchas amistades pero queda flotando en el aire la idea de que no es lo mismo.

Las historias de Américo han sido ya transitadas, resguardadas junto a las de otros sunchalenses en archivos y en la memoria colectiva. No obstante, siempre hay nuevos habitantes o pequeños que crecen y que no llegaron a conocerlo. A ellos habrá que explicarles el sentido de este Día que no suele repetirse en otras poblaciones y que habla mucho de las cosas que nos importan como ciudad…

Nos queda también la Ordenanza N° 1439/2002 que así lo reconoce y también, las Alas de Darío Carnero en un espacio que este fin de semana será muy transitado por miles de grandes y chicos que no pertenecen a Sunchales y que podrían conocer un poco más de nuestra ciudad a través de historias como esta.

El recuerdo de Américo

(Por: Chela Lamberti) – Cada población tiene sus personajes. Hombres o mujeres singulares grabados en el recuerdo de los niños que se vuelven adultos y cuando la nostalgia los invade, rememoran el ayer con escenas y protagonistas agigantados en el espejo del tiempo. La historia nos otorga un nombre que no puede dejar de mencionarse porque sin él la ciudad perdería su cuota de inocencia proclamada a grandes voces.

¿Quién no conoció a Américo Aresca? Un grandote popular, con la ingenuidad de la infancia, amigo de toda la población. Cuando lo veíamos preguntándonos… “che, ¿va a llover?”, u ofreciéndonos volantes y números de lotería, cuando nos apretaba la mano con el “saludo de la paz” en el templo dominical, cuando gesticulaba y hablaba solo por la calle, nos sentíamos propietarios colectivos y legítimos de su identidad.

Ese grandote bueno devolvía dinero si lo hallaba, recorría todos los velatorios porque conocía cada dolor familiar, saludaba a todo el mundo con su sonrisa desdentada y supo conquistar innumerables amigos que lo protegieron y se sintieron sus hermanos mayores.

Fue el hombre que amó a este Sunchales como continente único de su existencia y sintió que los habitantes lo adoptaron con una paternidad exclusiva. Su imagen perdura en la memoria conjunta y un pájaro de metal en la Plaza Libertad como homenaje al Amigo Sunchalense -obra perteneciente al artista local Darío Carnero–, lo implanta en ese sitio transitado a diario, mirando hacia el oeste la avenida de sus recorridos, como ave de alas libres.

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