Cooperativas y Mutuales: ¿Valores escondidos o, inadvertidos?

(Por: Roberto Fermín Bertossi) – Si se trata de vivir la democracia como cuando toda la gente importa, el sector cooperativo y mutual ha realizado, realiza y realizará múltiples, solícitos y progresivos aportes para el bien común y la paz social.

Ahora bien, en las últimas décadas una tromba individualista y neoliberal con su propia insolidaridad, debilitó, persiguió y hasta exterminó entre nosotros demasiadas de estas organizaciones democráticas y solidarias forzando toda presión para una marcada descooperativización y desmutualización sustituyendo así a tales empresas de servicios por otras cimentadas en inescrupulosos enriquecimientos financieros, acelerados, insaciables y antidemocráticos.

De ahí la necesidad de un corpus mínimo compartido de reglas necesarias para una gestión racional del mercado financiero global subordinado a la democracia, mercado global que ha crecido mucho más rápidamente que la `economía real´ debido principalmente a: 1) Una abrogación generalizada de los controles sobre los movimientos de capitales con la desregulación de las actividades bancarias y financieras y, 2) Los progresos de la técnica para la expansión financiera favorecidos por los instrumentos informáticos de conectividad y superconductividad.

La crisis que más duramente golpea a Europa por estos días demanda clara y rápidamente nuevos escenarios con un mercado imbuido de nuevas metodologías internas de confianza recíprocas. Todo eso bien podría forzar e implicar el repliegue y retirada de comportamientos financieros, económicos y empresariales tan despersonalizantes como despreciables e indignantes animando y alentando a la vez una solidarización, recooperativización y remutualización de sociedades civiles democráticas potenciando sus economías solidarias civiles desmercantilizadas junto a una revalorización y reexpresión de la faz comunitaria de la vida (poco menos clausurada por un globalismo sin dimensión humana), todo lo cual necesariamente supondrá simultáneamente ir recuperando un nuevo y más abarcativo estado del bienestar cuantimenos el mismo que desmanteló esta globalización financiera.

Consecuente y concomitantemente, si no se pone remedio a la misma en sus más diversas formas de injusticia y exclusión, los efectos perversos que se producirán a nivel social, económico, político y ecológico mundial con inevitables repercusiones y derivaciones nacionales diversas, incrementarán el actual clima de hostilidad, disgregación, dispersión, antagonismo y mezquindad creciente e incluso, de violencia, hasta minar las bases mismas de las instituciones democráticas, aún de aquellas consideras más sólidas.

Sin dudas tenemos ante nosotros la visualización pavorosa de una imagen dura y cruel de lo que los pueblos y sus personas pueden llegar a ser cuando sus desencuentros no reconocen, no respetan y truncan su intrínseca dignidad, confraternidad y multiculturalidad algo que precisamente en el campo cooperativo es reconfortantemente imposible a partir de su principio fundante y liminar de neutralidad puesto que las cooperativas ni las mutuales no tienen como fin principal ni accesorio la propaganda de ideas políticas, religiosas, culturales, de nacionalidad, región o raza, ni imponen condiciones de admisión vinculadas con ellas.

A modo conclusivo, el marco axiológico cooperativo como escondido e inadvertido, no ha cesado ni evidenciado fatiga en sus contribuciones para continuar generando e institucionalizando trabajo e industria, valor agregado, innovación, productividad y competitividad, vivienda digna, producción y servicios urbanos-rurales con tarifas justas y razonables, etc., aumentando así y con todo ello la riqueza de las naciones a través de crecimientos económicos auténticos, sostenidos e inclusión social cuantitativa y cualitativamente genuinas donde la influencia personal es humanamente intangible e invulnerable; contribuciones que además justifican y explican el porqué las Naciones Unidas han declarado por unanimidad a 2012´ como el año de las Cooperativas puesto que, la solución cooperativa puede no sea toda la solución pero, sin dudas, fue, es y será una buena parte de ella.

Finalmente aquí no solo se trata entonces de vituperar ese mercado sin reglas, sin códigos y sin ley con sus prácticas del malestar de dudosa moralidad basadas incluso en el fraude y en el engaño donde hasta las personas son mercancías sino, de reivindicar, reproponer y expandir valores cooperativos convergentes con sus prácticas solidarias para recrear nuestro mundo de la vida en el cual la persona recupere toda su alcurnia y protagonismo, tan inherentes como intransferibles.

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