Escapada solidaria de Suncho Enduro Pampa

Una muestra de dónde llegaron los motociclistas.
Una muestra de dónde llegaron los motociclistas.
(Especial – Prensa Suncho Enduro Pampa) – El pasado lunes 16, aprovechando el feriado sanmartiniano, Suncho Enduro Pampa organizó una nueva salida, esta vez de hondo contenido solidario para dar una mano a nuestros necesitados hermanos santiagueños, con la intención de llegar hasta una escuela situada en Taco Pozo, en lo más interior de la Argentina profunda, mencionado en los anteriores artículos publicados y poder hacer entrega de un donativo consistente en útiles escolares.

La alborada del día que teníamos por estrenar, puso a prueba el temple y espíritu del pequeño grupo (los restantes integrantes por diversas razones no pudieron ser de la partida), que debió afrontar las bajas temperaturas reinantes hasta que el sol empezó a calentar la mañana.

Cerca de las 7.30, tres enduristas (Daniel, Quique y Andrés), partieron desde nuestra ciudad, uniéndosele en el camino dos integrantes más, de Colonia Aldao (Juan Carlos) y de Eusebia (Hugo), rodando mayoritariamente por caminos de ripio/tierra.

Promediando media mañana hubo que afrontar el primer inconveniente, una cubierta que se estaba desinflando (por suerte delantera), solucionado rápidamente con el aerosol repara pinchazos. Estos imponderables que nunca faltan, son afrontados con calma, humor, solidaridad, ayuda y aporte de todos. Por supuesto, se aguardó pacientemente para seguir el derrotero, debido a que ningún piloto es dejado atrás sin la debida asistencia para solucionar el inconveniente.

Pasamos por Colonia Bossi, la R.P. 23, el cruce a Colonia Rosa, Colonia Mackinlay, El Bellaco y por la R.P. 22, ingresando a la pequeña localidad de Colonia Alpina, donde la logística SEP había previsto la carga de combustible, más resulta que el abastecimiento no era en una estación de servicio sino en una cooperativa, cuyos encargados estaban ausentes. Ante nuestros tanques sedientos, hubo que reprogramar el recorrido, circulando algunos kilómetros más al norte, para arribar a Selva por la R.P. 15 en donde nos aprovisionamos.

Cuando abandonamos el corto tramo pavimentado, nos fuimos internando rápidamente en un panorama que presentaba un camino bastante desmejorado, con un cartel que advertía la presencia de puentes rotos que impedía el tránsito pesado. Los fuimos pasando sucesivamente, con la precaución del caso, ya que muchos de los pozos que ellos presentaban eran de un ancho similar al de nuestras cubiertasy si la mala fortuna hacía que alguien calzase la llanta allí, realmente nos veríamos en problemas y ante una caída casi segura pero al parecer estábamos aliados con la suerte y no hubo contratiempo alguno.

Otro tramo presentó una superficie de varios centímetros de espesor de tierra, con una consistencia muy parecida al talco, donde hubo que extremar las precauciones, mientras que más adelante, en otro trayecto del camino, tuvimos que sortear profundos huellones y sectores con piedras sueltas; tampoco faltó hacienda suelta deambulando, que debimos «arrear» o esquivar, dejando tras nuestro paso amplias zonas con agua en ambos costados.

Hasta aquí se llegó. El agua impidió avanzar...
Hasta aquí se llegó. El agua impidió avanzar...
Cercano el medio día, llegamos hasta un punto en que el agua cortaba el camino, impidiéndonos el paso por allí, debimos dar un rodeo que nos arrojó en la escuela Nº 1159 de Limache (Santiago del Estero), donde consultamos sobre el estado del tramo faltante hasta Taco Pozo, donde nos informaban que había numerosos cortes de agua en el camino con abundante barro, no obstante las advertencias, decidimos intentar proseguir, pero al llegar al primero de ellos, el camino se angostó a tal punto que sólo podíamos circular en fila uno detrás de otro, rodeados de agua y en ese trance una de las motos atascó toda su rueda delantera, que sacamos tirando de ella casi con barro hasta los tobillos.

Deliberamos en el lugar qué decisión tomar; a esa altura eran casi las 13 y si bien con sacrificio podíamos afrontar el resto del camino; en caso de poder sortear todos los obstáculos, teníamos luego el regreso por el mismo lugar, pero ello implicaba retornar los casi 280 kilómetros de vuelta con la noche sobre nuestras espaldas, lo cual queríamos evitar por motivos de seguridad de marcha.

Volvimos sobre nuestros pasos hasta Limachey nos presentamos ante la Maestra y Directora Patricia Gallo que contaba con la asistencia de dos personas más, a quien le ofrecimos nuestro donativo, consistente en una dotación completa para 12 alumnos compuesta por lápices negros, de colores, fibras, lapiceras, sacapuntas, gomas, reglas, cuadernos, pegamentos, etiquetas, complementadas de tres Constituciones Nacionales, un diccionario y una importante cantidad de mapas y láminas didácticas; que ella agradeció profundamente, en nombre de los alumnos del lugar, que eran unos escasos quince. Redactó a modo de formalidad, un acta donde resumió el propósito de nuestra visita, y compartimos y disfrutamos brevemente de la hospitalidad típica de las personas que, aisladas y acompañadas de su soledad, brindan todo lo poco que tienen en agasajo a los visitantes.

La pobreza del lugar nos resultó emblemática; un mástil con una desgastada bandera, ningún árbol en las cercanías, una construcción humilde de techos de zinc bajos y desvencijadas aberturas, con tan sólo cuatro dependencias: un depósito, la pequeña aula, una cocina y un dormitorio, unidos por una galería central.

Ya descansados, acordamos en que nos avisarían el momento en que los caminos estuviesen en mejores condiciones de transitabilidad, para llegar a nuestro destino prefijado y aún no concretado, Taco Pozo, por lo que nos despedimos y encaramos la vuelta; haciendo unas breves paradas para compartir nuestra comida e hidratarnos, así como sacar algunas fotos para retratar los paisajes visitados.

Habiendo repostado combustible en San Guillermo, pasamos Morteros, rodamos por la R.P. 22 hasta la R.P. 280 S, Eusebia, Colonia Aldao y Sunchales, arribamos cerca de las 18.00 horas; con un resumen de marcha que incluye un total de 529 kilómetros recorridos, once horas de vivencias inolvidables, tres provincias tocadas en el misma jornada y la satisfacción del deber cumplido, con quienes están en una situación de imperiosa precariedad, comprobando que la teoría del aporte del granito de arena sirve para dibujar una sonrisa en el rostro del prójimo.

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