Cumplir años, ¿alegría o fastidio?

La vida avanza recorriendo derroteros diversos donde el transcurrir de los días nos marca vaivenes sinuosos o aquellos templados, fértiles, donde la simpleza, los aciertos y logros ascendentes nos marcan calendarios positivos, plenos de recuerdos dignos de ser evocados. «La vida es como una receta única; algunos ingredientes son dulces, otros son amargos, pero todos se combinan para crear un sabor inolvidable», expresa una frase memorable. No importa si la cuna ha sido provista y generosa, en contraposición con aquellas carencias que rodean a algunos niños.

He conocido a muchos humildes y felices, en contraposición con aquellos de hogares fulgurantes que no lograron incorporar la alegría, el positivismo y de la evocación surge siempre la queja, el recuerdo gris, el regreso de vivencias con sabor amargo que impiden avizorar otras circunstancias que seguramente acontecieron y quedaron opacadas por la presencia de los grises, lo amargo, el sinsabor y el disgusto.

Incluso, se llega a renegar del lugar de nacimiento, admitiendo en la memoria otro lugar ficticio del mapa. ¿Qué subyace detrás de ese olvido premeditado, de ese velo que oscurece la verdad y llega a provocar una amnesia premeditada? Tal vez porque se consigue el éxito y la fama, por lo cual reconocer el origen consistiría en rebajarse del estatus alcanzado. Sucede en circunstancias con algunos artistas.

El pueblo natal se ha hecho carne en mi vida desde hace muchas décadas. Es decir, desde siempre. Me produce orgullo nombrarlo; el reencuentro con su gente me llena de evocaciones felices, inolvidables, tanto de la escuela como de los sucesos pueblerinos, las biografías y los hechos, los cuales han sido inmortalizados en las páginas que la memoria me permitió escribir, trazando un altar en las carillas para la memoria colectiva.

¿Y confesar la edad, especialmente para las mujeres? ¿Qué significará quitarse años, olvidar los festejos, renegar de las décadas cumplidas, esas que para mí transcurrieron con júbilo, con asombro y complacencia mientras crecíamos, formábamos una familia, sumábamos hijos y nietos, gozábamos con esas cabecitas reunidas alrededor de la mesa cotidiana? Y hoy, especialmente en el día de mi cumpleaños, los afectos más cálidos y profundos enriquecieron mi mesa habitual con los sabores y las risas, los recuerdos y reencuentros, sabiendo cada uno cuántos almanaques llevamos en las mochilas, gozando de nuestra fortuna muy doméstica.

Sin dudas la conformación familiar, el apoyo y la comprensión de los padres, las amistades de la infancia y la juventud, la vida transcurrida entre parámetros sencillos del pueblo y el haber alcanzado logros en la profesión elegida; la descendencia convertida en hijos propios, el amor y la convivencia, todos son condimentos que abonan la satisfacción, el conformismo y aún más, la certeza de haber recorrido el camino correcto para llegar a una madurez plena que nos permite volver la mirada hacia atrás y decir con alegría y certeza, en el día del cumpleaños, ¡Gracias a la Vida!

Del mismo autor

Relacionadas

Ultimas noticias