Antes y después de Malvinas

La infancia y la juventud en el pueblo bendecido transcurrieron felices, con la ternura y el apego de la amistad con Martha Ramb; disfrutando de las tardes con patines en la pista del Club Independiente, con las madrugadas en vacaciones allí mismo para jugar al tenis de paleta –antes de que el sol nos azotara-. El corte y confección con Emilce Benassi durante el verano… ¿Qué hacer, además de las lecturas, si la población en ese tiempo no ofrecía deportes o pileta para las mujeres? Las fechas de cumpleaños eran propicias para el intercambio de “pasar el día juntas” con nuestras respectivas familias. Mi madre se lucía con su plato y postre preferidos; el amplio patio de mi casa con sus frondas generosas servían de escenario para los juegos y algunas travesuras. En la casa de mi amiga yo disfrutaba escuchándola cuando ejecutaba en el piano y en su garaje nos atrevíamos a ensayar algún teatro que con la osadía de mi “entusiasmo creativo” había preparado el argumento.

El estudio nos reunió en la Escuela Normal de Rafaela; ella en 3° Año y yo en 1°, con los libros que como amiga me prestaba. Fue después la escuela primaria del pueblo la que nos mantuvo unidas, ambas ya con los títulos de maestras. Su madre, Rosalía B. de Ramb, era la directora, figura reconocida en la población por su excelencia en el cargo. Llegó luego el comienzo de los noviazgos; ella con Osvaldo Miretti (Tini), de Ataliva y yo con Rafael Lamberti (de Hersilia) que había estudiado con mi amiga en Rafaela para obtener también el título docente. Posteriormente llegó la maternidad en 1962; yo en febrero y Martha en agosto del mismo año. Los hijos heredaron el hábito de la amistad y los vimos crecer, sanos y felices; juntos, hasta el comienzo del preescolar. Luego la vida a mí me trajo a Sunchales en octubre de 1966 pero la distancia no fue motivo para espaciar los encuentros y perder los lazos.

Gustavo Miretti (Foto: Internet).

Los sorteos para el Servicio Militar fueron diametralmente opuestos para nuestros hijos. Adrián obtuvo N° bajo y a Gustavo Miretti le correspondió Marina. Imposible festejar frente a tantos conscriptos que integrarían esa rama del ejército durante dos años. Los sucesos de Malvinas fueron llenando nuestros días con asombro ante una guerra inimaginable, frente a las bajas de aquellos que casi emergían de la niñez, desconfiando de relatos que después descubrimos eran falacias totales. Y aquel 2 de Mayo el mar se tragó a 323 argentinos, patriotas inocentes arrojados a las fauces de los poderosos que lógicamente nos vencerían.

¿Cómo acercarme a ella, madre doliente con las manos vacías? Pero los lazos eran tan fuertes que los dolores se compartieron con intensidad y ella agradeció siempre mi visita, la compañía, los recuerdos, a pesar de ese dolor que le roía el corazón. Hace dos años, el 19 de febrero, tuve la intención de ir; algo me llamaba, aunque me habían anticipado: “No te va a conocer”. A la mañana siguiente me comunicaron desde Ataliva su fallecimiento y pude estar ahí para despedir a esa amiga – la hermana que no tuve-. Cesó el sufrimiento sobre esta tierra para encontrarse quizás con su hijo amado.

Crucero “General Belgrano» (Foto: Internet).

La fecha del 2 de Abril nos vuelve a convocar para el homenaje. Esta historia puede repetirse en más de trescientos hogares argentinos, porque ese fue el número de aquellos inocentes que embarcaron en el Crucero “General Belgrano”. En aquellas aguas tenebrosas y gélidas quedaron nuestros jóvenes, mentes lúcidas, corazones enamorados, estudiantes aplicados, hijos venerados que hoy conformarían la pléyade de hombres laboriosos, comprometidos con la Patria. ¿Se les ha dado a quienes regresaron el verdadero reconocimiento? Los vaivenes políticos enfundan las mentes en otras facetas donde los honores por la valentía y el acompañamiento a las familias no tienen cabida. Vayan estos renglones para los NUESTROS, con toda la intensidad de auténtico respeto y admiración.

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