Y todo vuelve

Inexorable, el almanaque nos reproduce año tras año las fechas señeras que nos alimentan la memoria y obligan a reiterar el acto de valoración ante hechos históricos fundamentales. De esa memoria agradecida decía Lao Tsé: «El agradecimiento es la memoria del corazón», y un corazón agradecido no hace sino henchirse y transmitir esa emoción de múltiples formas.

Revivir las fechas históricas y patrióticas nos ubica nuevamente, como aprendimos en la escuela -si realmente podemos aún evocar la voz de los docentes- frente a las páginas de los libros y los actos conmemorativos, todos recursos pedagógicos con que nos informaron, nos nutrieron, educaron y sensibilizaron para encender la centella del amor por nuestro país, ese patriotismo que teñía de celeste y blanco nuestros corazones en cada ceremonia escolar y festiva. Algo que replicamos cuando vestimos luego el mismo guardapolvo, pero de talla adulta como docentes.

Llega Mayo y el almanaque nos atrapa en su evocación, preponderante con el homenaje a los trabajadores, aunque quizás olvidamos o pasa a segundo término el hecho magno acaecido aquí, en Santa Fe, aquel 1 de Mayo de 1853. El Código fundamental de un Estado asomaba su cuerpo de hojas en nuestra provincia, de la mano de los Constituyentes- presididos por Justo J. de Urquiza -dispuestos a dotarlo del maravilloso testimonio de la Constitución Nacional-. Páginas que pondrían fin a la anarquía de tantos años y tantas contiendas entre unitarios y federales.

Fueron 24 diputados los que suscribieron el texto (representando a 13 de las 14 provincias) ante la necesidad de una postergada ley fundamental para la organización nacional, tras la declaración de la Independencia en Tucumán en 1816. La obra de Juan Bautista Alberti fue clave para la redacción de nuestra Carta Magna; él ha sido considerado el autor intelectual, después de su libro “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” (1852).

Cuando en la ciudad de Santa Fe visitamos la Sala de Constituyentes en el Convento de San Francisco, ver allí a los prohombres que redactaron y firmaron nuestra Carta Magna -de talla natural- nos transporta la emoción ubicándonos en aquel tiempo, en aquel lugar, frente a idéntica misión. O quizás, algunos somos más perceptivos y sensibles frente a los hechos nacionales que nos incumben.

Los hechos nacionales que hoy se repiten, pero en la Capital Federal, enfrentan grandes disidencias. En aquella fecha lejana solamente dos frentes se oponían pero lograron conciliar ideas. Pero como “todo vuelve” la memoria agradecida nos invade para desear: Quiera Dios que en el presente la reforma o incorporación de leyes para regir los destinos de la patria doliente pueda ser resuelta para encaminar el rumbo de los argentinos.

Del mismo autor

Relacionadas

Ultimas noticias