Día del Inmigrante, una mirada hacia nuestros orígenes

(Por: María José Beccaria) – Decía Donato sobre las continuas colonizaciones de Los Sunchales: “Es la Tercera Colonización, emprendida por hombres tenaces que tomaron sus tierras, abandonadas que trabajaron otros pioneros que tentaron labrarlas los superhombres cantados por los poetas; el rudo inmigrante y pobre, el colono, el arado, la espigadora, el ulular de las trilladoras, los molinos, las vaquitas overas, las cremerías, el rugir de los motores de todas sus industrias; todo eso es Sunchales, sin Fuerte, sin indios”.

Durante 1860 y 1930 llegaron a nuestro país cerca de seis millones de europeos, la mitad de ellos se instalaron definitivamente. Esto fue debido a que Argentina necesitaba mano de obra, como consecuencia del proyecto de expansión del sector agropecuario; y Europa liberaba mano de obra, como consecuencia de la tecnificación del agro y la Segunda Revolución Industrial.

Nuestra zona no fue la excepción a este auge y durante muchos años fueron arribando colonos de diversas partes del viejo continente, consecuencia luego de los que somos ahora descendientes de italianos, alemanes y españoles en nuestra localidad.

Los comienzos de la colonización fue impulsada por los mismos gobernantes que deseaban que las grandes extensiones de suelo para producir, Alberdi señalaba, por ejemplo, que: “gobernar es poblar”.

Aaron Castellanos, salteño de origen y hombre de empresa, se comprometió a traer campesinos europeos, así fue que en 1854 llegan familias de Suiza, Francia y Alemania, quienes se instalan con sus herramientas y ganado y da nacimiento a la Colonia La Esperanza. El éxito de esta colonia fue el motivo para que Don Nicasio Oroño, Gobernador de Santa Fe, incluyera en su plan de colonización las tierras que había mensurado Cayetano Livi en 1867.

Luego de la mensura y aprobación de la Colonia, llegan los primeros colonos que salen de Esperanza en enero de 1867 en dirección a Los Sunchales. Eran doce hombres en total, que partían con la promesa de tierras, herramientas, semillas y provisiones. Meses después se disuelve la colonia ya que las promesas no se cumplieron, y los colonos, abatidos, abandonaron las tierras.

La segunda Colonización se inició con un contrato con el Conde de la Mot, ya que en esos años la inmigración se definía de dos clases: la espontánea y la contratada. El empresario propuso traer familias contratadas. Su plan se complementa con inmigrantes de diferentes nacionalidades, credos, idiomas y culturas, lo que conllevó a dificultades de comunicación y orden en la colonia. Italianos, franceses, españoles, suizos, alemanes, belgas e ingleses, de los cuales no todos eran agricultores, no lograron llevar adelante este nuevo intento, sumado el continuo desinterés del Conde por los habitantes, dejaron a la zona deshabitada y las tierras a medio cultivar.

Un clásico, sacarse fotos sobre el cañón de la plaza.

Finalmente, hombres de empresa como Guillermo Lehmann, lograron resultados satisfactorios al momento de fundar nuevas colonias y pueblos. Siendo un representante de una empresa de vinos, entabló relaciones con personalidades como Mariano Cabal, lo cual llevó a tener un negocio productivo. Con sus ganancias, compró campos, precisamente lo que hoy es el Departamento Castellanos. Fundó 18 colonias, entre ellas Rafaela, y se asoció con diferentes visionarios que buscaban los mismos objetivos.

Años después, la sociedad se disuelve, el sector conocido como Los Sunchales, queda en manos de Carlos Christiani, un doctor proveniente de Alemania que vivía en Santa Fe. Le encargó a su pariente, Carlos Steigleder a mensurar y colonizar este terreno, trabajo que llevó a cabo entre 1883 y 1886. Si bien la traza se aprobó el 19 de octubre de 1886, en el pueblo ya había edificaciones algunas casas y algunos agricultores ocupaban y trabajaban las chacras.

La población se fue acrecentando, con inmigrantes en su mayoría italianos, llegados del Piemonte, de la Lombardía, del Friuli; seguidos por españoles, alemanes y demás nacionales que ya vivían cerca de la zona.

Como es conocido, esta Tercera colonización fue la definitiva, y esos inmigrantes trabajaron y forjaron sus raíces en el naciente pueblo, creando instituciones como el Instituto Italo Argentino, a cargo de Santiago Bonaudi, y la Sociedad Italiana “Alfredo Capellini”. También participaron del gobierno y participaban en las actividades fomentado el crecimiento del pueblo.

Tal era el apego a este suelo, que en 1887, cuatro de esos inmigrantes, tomaron en sus manos rescatar uno de los emblemas característico del Fuerte: el cañón que aún quedaba en esos terrenos abandonados.

Don Antonio Rodríguez, español, Antonio Sarralegui, Francisco Vagliente, italianos, y Carlos Steigleder, alemán, lo arrastraron una tarde, con cuatro bueyes, desde las ruinas a la plaza. Durante los años del Virreinato sirvió de anuncio de la llegada de las carretas o malones, y también para festejos, como la Revolución de Mayo.

Estuvo durante muchos años enterrado, boca arriba en el centro de la plaza, con cuatro faroles que marcaban su contorno. Una vez desenterrado, se le colocó un soporte, una improvisada cuñera y quedó apuntando al Oeste, señalando el lugar dónde estaba el Fuerte. La foto más antigua del mismo es de 1918, donde se observan a tres inmigrantes y un niño, rodeándolo.

Si bien sus épocas de disparos y anuncios terminaron, hoy sirve de “caballito manso” a las generaciones de niños, marcando un ícono de Sunchales, conociéndola como la “ciudad del cañón”.

Imagen de la fotografía más antigua que se dispone del cañón ubicado en Plaza Libertad, tomada en el año 1918.

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