Recuerdos y más recuerdos, la historia del clan Audero – Capítulo 7

Estimativamente para mi, Sunchales era un pueblo de 5 mil habitantes.

Ya existía Fábrica de Manteca SanCor, así se llamaba la firma, que elaboraba únicamente manteca. Con el suero sobrante alimentaban a los cerdos que criaban al norte de la fábrica, paralelamente a las vías del ferrocarril Mitre.

Como encargado de esta tarea se encontraba un señor de apellido Fabro. Un repartidor nuestro, Luis Depetrini, le llevaba la soda, ya que Fabro era uno de los clientes.

SanCor Fábrica tenía apenas 10 años más que nosotros, ya que fue fundada en 1938, y SanCor Seguros solo nos llevaba apenas tres años. Este último funcionaba en una pequeña oficina de SanCor Fábrica, y al año se traslada sobre la avenida Independencia, donde posee actualmente sus oficinas.

En ese lugar, antes se encontraba una tienda de ropa llamada «La Cumbre». Tenía de cada lado dos escaleras de material de unos 30 metros de largo, que llegaban a la terraza. Separados por un tapial, había dos pequeños departamentos. Vivían en cada uno de ellos nada menos que el doctor Oscar Ángel Prece, dueño del sanatorio Prece, ubicado en la esquina de José Ingenieros y 9 de Julio, junto al doctor José Cerutti y el enfermero Ítalo Garrini, quien tenía más pinta que los dos doctores.

El Dr. Prece me operó a mí del apéndice en el año 1954. Tiempo después dejó la medicina y se dedicó a la política. Creo que fue secretario del Ministro de Economía A. Alzogaray, del partido U.C.R., estando como Presidente de la Nación el Dr. Arturo Frondizi. El dicho más popular de Alzogaray era: «hay que pasar el invierno».

Volviendo a los departamentos, al otro lo ocupaba el farmacéutico y bioquímico Miguel Haiquel. Los tengo bien presentes por ser clientes nuestros. A los dos departamentos le llevaba nuestro repartidor soda, y tenía que subir por esas dos altas escaleras.

El Club Deportivo Libertad tenía 38 años. Ya contaba con la actual histórica tribuna de madera. También fueron fundados o comenzaron sus actividades deportivas, el club Atlético Unión, el Automóvil Midget Club y el Sunchales Cicles Club, el mismo año que llegamos los Audero a Sunchales, es decir, 1948.

Estas instituciones deportivas eran todas clientes nuestros. Si les habremos vendido carradas de bebidas.

Campeonato Comercial de Fútbol, realizado en el Club Atlético Unión, 1953-1954. Delio, el quinto desde la izquierda parado, Olivio, el segundo desde la derecha parado, y Chocho, el primero desde la izquierda agachado.
Chocho practicando para el Campeonato Comercial de Fútbol (1953).

Por esos años Sunchales todavía no tenía asfalto. Las calles eran todos caminos de tierra. El movimiento general era movilizado por volantas tiradas por caballos.

Por suerte, nosotros cada día íbamos teniendo más clientes, debido al empuje y las ganas de trabajar. Nos vimos obligados a duplicar la cantidad de volantas para repartir. De dos saltamos a cuatro, pero había que tener, entre caballos y yeguas, unos catorce animales en total.

Fueron 15 años muy complicados, porque ningún campesino quería tomar caballos a pastaje. Se compraba pidiendo por favor alfalfa a granel, pero nadie quería vender, ya que no tenían ni para darle a sus propios animales.

Aquí en el actual comedor de mi casa, donde estoy escribiendo esta historia, solía estar el corral donde descansaban los caballos en el horario que no se trabajaba, y se les daba de comer alfalfa, que se almacenaba en el altillo del antiguo galpón que aún está sobre calle Alem 97. Posiblemente es uno de los locales más viejos de la ciudad. Pueden fijarse que la esquina termina en forma recta, y no en diagonal como se exige actualmente. Siguiendo con el tema de los caballos, lógicamente también se les daba agua. Este trabajo lo realizaba Don Jorge papá.

Los tres primeros años, es decir 1949, 1950 y 1951, a nuestros caballos los recibía cerca de nuestra casa, el señor Ítalo Re en su campo, junto a los animales que él tenía. El mismo estaba situado en el Barrio Moreno, donde actualmente está Smurfit. Él estaba casado con una señora, creo que de apellido Sicardi, con la que vivía en pleno centro de Sunchales, donde hace ya muchos años se encuentra el Bazar o Casa Derio. Ítalo tenía muchas hectáreas de campo al norte de la provincia de Santa Fe, en la colonia de Tostado.

Destaco enormemente a Ítalo, porque nos hizo muchos favores, sin pedir nada a cambio. Él era aviador civil, y tenía un lujo de vehículo: una Ford Coupe año 1956. Cuando se casaron Olivio con Iris, y pocos meses después Delio con Argentina, en 1954, el señor Re les prestó la mencionada Ford Coupe, para que lleven a las novias a la ceremonia religiosa en la iglesia, y también para ir después de la fiesta a Rafaela, todavía por camino de tierra, y hospedarse allí en un hotel. Los choferes fueron Masín primero y Olivio después.

Don Ítalo Re decidió vender su casa y su campo, para irse a vivir a la ciudad de Córdoba. Lamentablemente supimos que no le fue nada bien económicamente, y nunca tuvimos noticias de su fin. Una verdadera pena.

Les sigo comentando el problema que eran los caballos, pero al mismo tiempo agradecido a estos nobles animales. Gracias a ellos podíamos repartir la mercadería que vendíamos. Ellos trabajaban como animales que eran, y lo único que pedían a cambio era agua y pasto para sobrevivir.

Continúo haciendo conocer dónde los llevábamos. A unos 10 kilómetros de aquí, a los señores Aicardi Hnos. Luego de los señores Abatidaga Hnos. Ya un poco más cerca, del señor Priggioni, dueño del campo donde actualmente está el Barrio Lomas del Sur. Después del señor Forni, cerca del Cementerio. A continuación, del señor Rodolfo Alloatti, que tenía un campito y también un bar, en una esquina junto a la Ruta 34. A continuación, del señor Benedicto Cattáneo, cuyo campo estaba pegado hacia el norte del actual Club Atlético Unión. También llevamos los caballos a otros lugares, hasta que la firma Sociedad Civil de Don José Miretti y Don Eldo Miretti, nos ofrecieron cinco hectáreas que ellos le habían comprado a Ezio Moretto. Nos pareció interesante, así que las adquirimos.

En una de las hectáreas, la que se encontraba cerca del señor Marino, formamos una sociedad, siempre a palabra y nada escrito, con el señor Orlando Osorio, que se dedicaba a hacer ladrillos, por lo que necesitaba tener tierra para fabricarlos. Se llegó al acuerdo de que él usaba todo lo que necesitaba, y cada 20 o 30 días quemaba un horno de aproximadamente 40 mil ladrillos, de los cuales nos daba siempre el 10%.

En las otras cuatro hectáreas, les pagábamos a distintos colonos para que aren y siembren ese pequeño campito, con el fin de tener pasto para los benditos caballos. Esto nos solucionó en parte, pero no en la totalidad, el asunto de alimentar a los caballos. Todo lo que comenté fue a base de trabajo, problemas y sacrificio.

En ese campito, teníamos una precaria casita, que al no estar habitada, venía gente conocida y se la alquilábamos por uno o dos meses, porque ellos se estaban construyendo las suyas propias. Nosotros como siempre, buenos o tontos, confiamos en la bondad de los inquilinos. Pasaron varios: el señor Tornavacio, el señor Toledo, el señor Marengo y por último el señor Francona. Todos estos buenos señores, en vez de pagarnos el alquiler, nos veíamos obligados nosotros a pagarles a ellos para que nos dejen la casita libre.

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