Recuerdos y más recuerdos, la historia del clan Audero – Capítulo 9

Pasaron desde aquel 2 de octubre de 1948, al año 1958, los 10 años de alquiler que había fijado Don Bartolomé Frencia con papá, por la vieja casona y los galpones. Lamentablemente Don Bartolomé había fallecido antes de terminar este período, pero pasaron a ser los dueños, su hijo Marcelino y su yerno A. Vegetti. Ellos nos propusieron vendernos todo, es decir, los casi 2500 metros cuadrados de terreno, más todo lo edificado.

Me acuerdo como si fuera hoy. Les dijimos: «Claro que estamos interesados, pero el problema es cómo pagárselo». Luego se llegó a un acuerdo. No recuerdo el valor total, pero si que nos pidieron la mitad enseguida y de contado, y el resto se pagó en 12 cuotas mensuales fijas.

Así fue que el 1º de mayo de 1958, Día del Trabajador, pasamos a ser los dueños de dicha compra.

Mientras tanto, el clan de la familia Audero se agrandaba cada vez más, porque del matrimonio de Argentina y Delio ya habían nacido Bety y Jorgito, dándonos las primeras alegrías, y del matrimonio de Iris y Olivio, nació Nancy.

Ermelinda ya se había casado con Lolo, y formó su hogar aparte. El resto, vivíamos todos amontonados, comiendo como siempre juntos en la larga mesa de cedro y sentados en los dos largos bancos, aunque ya se tuvieron que agregar algunas sillas.

Finalmente decidimos edificar una casa para cada uno, o sea, tres casas. El emprendimiento no era nada fácil, pero sabíamos que gracias a Dios, con sacrificio, lucha y el amor que le poníamos al trabajo, el negocio nos rendía económicamente para emprender tamaña aventura.

Hablamos con la firma constructora más importante que había en esos tiempos, los señores Bergese y Bertone. Les comentamos el deseo de hacer tres casas sobre la calle Roque S. Peña, y ellos nos pasaron un presupuesto. Las condiciones fueron una cierta cantidad de dinero mensualmente, la verdad es que no recuerdo cuánto, más todo el material de un galpón que estaba al frente del que está actualmente, y también toda la vieja casona que llevaba hasta el otro galpón, que sigue estando. Si se fijan, aún está la pintura color amarillo en la pared que correspondía al último dormitorio, que habitaban Argentina, Delio y sus hijos.

Se fijó para dar por terminadas las tres casas, un tiempo máximo de dos años, que después resultó ser de varios meses más.

Comenzaron demoliendo el galpón mencionado, a principio del mes de febrero de 1959. Lógicamente utilizaron solo los largos ladrillos para edificar las casas, porque a las chapas, tirantes, puertas y ventanas se las iban llevando a medida que desarmaban. Supongo que las vendían. Comenzó la gran obra, edificando primero la casa del medio de las tres que están actualmente.

No tienen ustedes idea del comentario de la gente, al saber que íbamos a hacer tres casas. No era nada común por esos tiempos, y hasta se comentaba como broma: «Mirá si los Audero no van a hacer tres casas, si hacen soda con agua de la cuneta», como diciendo que no nos costaba nada. Siempre lo decían, repito, como broma, y nosotros lo tomábamos como tal.

Se terminó de edificar la mencionada casa del medio, a fines de diciembre de 1959. Pasamos a ocuparla o vivir, mamá, papá, Guita, que todavía era soltera, y yo, Chocho.

A mediados de enero de 1960, comenzó la construcción de la que pasó a ser mi casa, o sea, la que está pegada al viejo galpón. La misma se terminó en tiempo récord, a fines del mes de setiembre de ese mismo año 1960. Pero antes se tuvo que abrir una amplia puerta al viejo galpón, para que puedan entrar los caballos, y allí comer y tomar agua.

También se hizo un cambio que nos dio un buen resultado: vendimos el Ford Azul modelo 1936, y adquirimos un Ford Blanco modelo 1946. Sunchales seguía con las calles de tierra pero era lógico que no llovía todos los días, así que se podía repartir con este camión de mayor potencia.

Se reestructuró el reparto. Ya teníamos por ese entonces más de 500 clientes, entre bares, boliches, despensas, kioscos, clubes y por supuesto, casas de familia, que eran la mayoría, sumado a los que iban a comprar al negocio personalmente. Al repartir con este camión, todo resultaba más ágil y más rápido, por lo tanto, nos permitió parar dos jardineras y quedarnos con seis caballos menos.

Seguíamos con las mudanzas. Mamá, papá, Guita y yo Chocho, pasamos a mi casa actual, mientras que Argentina, Delio, Bety y Jorgito ocuparon su correspondiente y actual hogar.

Aquí entramos a la etapa o recta final. Se empezó a construir la tercera y última casa, para Iris, Olivio y Nancy, que ya no les quedaba casi más nada de la vieja casona, porque todo se fue desarmando. A fines del año 1961, pasaron a vivir en su nueva y actual casa. Y así, con toda la lucha y el sacrificio, se pudo cumplir el sueño de la casa propia, de cada uno de los tres hermanos.

Todo a pulmón, y gracias a Dios, en ese mismo año 1961, nos dimos el lujo de comprar el primer camión nuevo, cero kilómetro, Ford 600 naftero. Aquí nace el segundo comentario de casi todo el pueblo, pero más por parte de los pequeños transportistas: «¿Cómo hicieron los Audero para poder comprar un camión cero kilómetro?». Si se hubieran enterado de la forma en la que lo abonamos, se desmayaban todos.

Cundo el señor Coco Siccardi, que era el único concesionario en Sunchales de Ford, nos llevó el camión al patio del negocio, no lo podíamos creer. Lo mirábamos, lo tocábamos. Delio y Olivio lo ponían en marcha, lo paraban, lo volvían a encender. Parecíamos tres chiquilines cuando reciben un juguete.

Entramos los tres, junto a Don Coco Siccardi, al escritorio. Él nos dio todos los papeles, es decir, transferencia, patentamiento, entre otros. Llegó el momento del pago. Lógicamente, ya sabíamos el valor total, la verdad no lo recuerdo, pero sí me acuerdo que me di vuelta para abrir la antigua caja fuerte, que todavía está, y dentro de ella en un tarrito, que sigue estando, teníamos ya bien contado el dinero correspondiente. Don Coco lo contó, y nos extendió un recibo provisorio. Nos saludamos mutuamente, y Olivio, con el mismo camión rojo, lo llevó a su agencia, que estaba situada en donde actualmente se encuentra el Banco Macro.

El clan Audero seguía creciendo. Guita se había casado con Toto, y tuvieron un hijo, Huguito, en 1961. De Argentina y Delio nació Chana, en 1960, y de Iris y Olivio, René en 1961.

No tengo la fecha exacta, pero creo que a principios de 1962, Sunchales inició la enorme obra de pavimentar las calles. Comenzaron desde SanCor C.U.L., por la calle Lisandro de la Torre, hacia el sur, conectando con la Avenida Independencia. Siguieron paralelamente. Se unión la calle Roque S. Peña, que pasa frente a nosotros, hasta la calle Alem. La verdad que sorprendidos y a la vez agradecidos por tener tan pronto este sector de la calle asfaltada.

Notando que la obra de pavimentar las calles seguía a gran ritmo, decidimos aceptar el ofrecimiento de la firma Vottero, Rosso y Cía., de la ciudad de Rafaela, que tenían una de las cuatro soderías más grandes de dicha ciudad.

Nos propusieron vender dos camioncitos marca Ford modelo 1930, porque ellos habían comprado otros dos de mayor carga para sus repartos. En verdad estos señores nos apreciaban tanto, que las condiciones de pago fueron que cuando nos sobrara algún dinero, se lo demos como entrega, hasta cumplir con el valor que se había fijado.

Al tener ya tres camiones para el reparto, vendimos los últimos ocho caballos que nos quedaban y las otras dos jardineras.

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