A 99 años del nacimiento de Vicente «Chente» Cipolatti

En cumplimiento de los 99 años del nacimiento de este destacadísimo piloto Vicente «Chente» Cipolatti, lo evocamos a través de las palabras de nuestra querida Chela Lamberti.

La escritora le dedicó un libro íntegro a su historia y hazañas. El mismo, se llama «Huellas de gloria» y aquí compartimos un par de sus apartados, referidos a los primeros años de vida de Vicente y su acercamiento con los motores de vehículos:

Dos veces 21
El 21 de enero de 1921, la familia conformada por Joaquín Cipolatti y María Massola, recibía su segundo hijo. Vicente nació en el pueblo de Sunchales y la esquina de Santa Fe y Juan B. Justo sería testigo de su infancia, plena de amigos y aventuras felices. En el mismo edificio se levanta actualmente el comercio Gom Fer.

El niño que tenía un triciclo y causaba la envidia de los compañeros, el que disfrutaba de los paseos en automóvil porque en 1923 su padre compraría uno de los primeros Ford A que hubo entre los habitantes de la época, supo atesorar las primeras cosas cotidianas y perdurables que muchos años más tarde aún aflorarán a sus ojos de abuelo con la sonrisa de una niñez gozada en plenitud. La ventana abierta para recibir a Gaspar, Melchor y Baltazar, confirmaba su creencia inocente a la espera de los Reyes Magos que aportarían la cuota de dicha en un capítulo decisivo para la formación de la personalidad.

Cuatro ciclos lectivos realizó en la escuela Nacional, ubicada por aquel entonces en la calle Santa Fe, donde luego fueron dictadas las clases del colegio secundario y en el presente funciona el Jardín Nucleado. Hermosa época de añoranzas, con nombres de niños alegres y despreocupados, deseosos de jugar a las bolitas, al fútbol y de practicar tiro al blanco con la gomera.

Para terminar quinto y sexto grado había que concurrir a la escuela Florentino Ameghino. Vicente concluyó el cuarto grado y de esa experiencia recuerda la Directora Margarita Frassoni y a Fedora Temporelli, enérgica de carácter fuerte, «como era lógico» dentro de las costumbres de la época.

Agencia Ford, cuna de la historia
Vicente aún era un niño cuando inició su relación con los motores. Después de la escuela primaria trabajó para la Agencia Ford de María Luis Siccardi, en la esquina donde posteriormente se ubicó el Banco Rural. Allí cumplió tareas de cadete, limpiaba los motores y aprendió el oficio de mecánico. Tuvo únicamente ese patrón, excepcional, al que le deberá todo lo que sabe.

Leandro y Nelly son los hijos de esa persona extraordinaria, brote de un mismo árbol que dio sus semillas para que Chente cumpliera con el camino hacia el cual estaba quizás predestinado. Ante una situación de enojo, su jefe acostumbraba a decir: «Dio Bono» y «Cristo, Cristo», invocando a los nombres supremos, aunque sin la andanada de vocablos que en la actualidad se sueltan en momentos de ira. Siempre había dos sillas preparadas, para el abuelo Miguel Actis y Pedro Ristorto, su vecino. Las charlas eran muy entretenidas y se hablaban de todos los temas, especialmente de política.

El taller ocupaba un amplio espacio, hasta donde se halla hoy el comercio La Esmeralda. Sus compañeros Aparicio Pavón y Roque Bonvicini, eran mecánicos que no estaban alfabetizados y a ellos Vicente les enseñaba cómo debían conectar el cableado, desentrañando consignas escritas. Cuentan que él no llegaba a los pedales y entonces le pedía a uno de ellos: «corré el asiento».

A ese lugar volvería, recurrente en su pasión por entender y dominar la mecánica. No era solo una forma de ganarse la vida, constituía más que el entusiasmo de un aficionado. Significaba poder investigar los engranajes, penetrar en el intrincado funcionamiento, evaluar la potencia de cada mecanismo de los automóviles que guiarían su estrella de campeón argentino.

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