Chela de Lamberti: Dos unipersonales en Amigos del Arte

¿Un actor únicamente en el escenario durante una obra que se extiende por una hora o quizás más, donde él mismo es su único soporte? Se ve como tarea ardua y difícil de concretar, dado que la presencia de varios actores provocaría un hilo conductor y los textos actuarían como apoyatura para hacer brotar las respuestas, comentarios, etc. que conforman diálogos fluidos y teatrales de cada argumento abordado.

Por supuesto, quienes se abocan a la tarea escénica conocen técnicas y recursos que los ubican frente a alocuciones extensas a veces pero que pueden manejar con solvencia y fluidez, acordes con sus conocimientos y prácticas actorales.

Si a ello agregamos la ausencia de decorados o la extrema escasez sobre el escenario, la acción de quien actúa y el interés profundo del espectador entran en una magia donde se da el sobre entendimiento y permite poner en juego los maravillosos resortes de la imaginación.

Reflexionemos entonces sobre la mayor exhibición que produce el hecho de estar solo en el escenario y pensemos que el unipersonal debe considerarse más desgastante porque quien actúa está en el foco constantemente; no hay segundo plano para él.

No obstante, se logra conexión entre el monologuista y el público, ya que se pueden emplear estrategias corporales o fónicas. Y lo que sobresale, a todas luces, es la…¡memoria! Rico tesoro y baluarte indiscutido que les da fortaleza, seguridad y suficiencia destacada. La actriz Leonor Manso solía decir que “es un viaje sin red, no tenés de dónde aferrarte. Pero cuando veo que el público me sigue, aparece la euforia de la responsabilidad”.

En la hermosa y remozada sala “Juan Bosch” de “Amigos del Arte”, producida con esmero para dar comodidad y ambientación al numeroso público asistente, se desarrollaron dos unipersonales el domingo 7 de noviembre, con la producción de MaquinArte: “La Niña (Con la marca en el orillo)” fue la primera y meritoria interpretación de Miriam Rellán, autora también de los textos, con producción de Bibiana Glait y dirección de Pablo Razuk.

Un viaje imaginario por la intimidad de su propia trayectoria, con encuentros y desencuentros, donde descubrimos también algunos hechos de la historia argentina. Excelente interpretación, que nos provocó remembranzas a quienes peinamos canas por el reencuentro con una época.

Y en segundo término “Celular”, con texto de Pablo Albarello y dirección de Gabriel Fiorito. El actor, muy nuestro, es Pablo Gamero, quien ya nos ha demostrado sus dotes actorales. Ante el sufrimiento de un suceso dramático, se emplean las pautas del absurdo para ofrecernos situaciones extravagantes en la relación del personaje con los nexos de su vida real. “Celular” es el título, porque el actor sostiene su teléfono como aliado exclusivo. El autor menciona y destaca “el vuelo creativo de Gaby Fiorito y la sorpresa de un actor joven, con talento y gran futuro en el teatro, como Pablo Gamero”. Asombro y admiración son componentes de la sorpresa; pero esas sensaciones ya no caben en la conducta de los sunchalenses. La sorpresa antigua pasó a ser confirmación, seguridad, confianza y orgullo. Satisfacción y gozo por reiterar la comprobación de una excelencia puesta de manifiesto por director y practicante.

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