Chela de Lamberti: Güemes, Belgrano y la Patria

El viento fue aligerando su correteo desde mayo para hacerse más imperioso en junio y se espigará aún más durante julio y agosto. Nuestra ciudad le prestó las banderas de la patria para embeberlas de flameos erguidos y ondulantes que sacuden el alma y alimentan la memoria con los hitos auténticos de nuestra historia. El Primer Gobierno Patrio, Güemes y Belgrano, luego la Independencia y después San Martín. Una continuidad gloriosa en el almanaque para la conmemoración. Hermosas galas celestes y blancas flamean soberanas en edificios de Sunchales, escuelas, avenidas y muros particulares que anhelan sumarse.

Junio enlazó dos figuras egregias para evocar fechas dolorosas de fallecimientos. Benditas sean las evocaciones que nos permiten repasar, revivir, invocar aquellos datos que creíamos adormilados. Y en algunos casos, se divulgan detalles para quienes desconocen los testimonios históricos. Cuando pensamos que Güemes perdió la vida a los 36 años, que dispuso de su fortuna para las vicisitudes de la patria, que luchó con ferocidad con hombres que nada sabían de militarización y los puso al servicio de la causa que desvelaba a San Martín, velando la intrincada frontera del norte, la admiración adquiere su real tamaño y el pecho se halla henchido de orgullo.

Ese mismo junio nos trae a Manuel Belgrano, cuyo corazón palpitó al ritmo de los acontecimientos de la patria durante cinco décadas para morir en medio de una pobreza franciscana, en el “día de los tres gobernadores”, dolorosamente recordado en Buenos Aires. En un solo periódico constó su fallecimiento, escueto, tal era la efervescencia política del momento, en aquel 20 de junio de 1820, cuando el poder de Buenos Aires fue ejercido por tres personas a la vez. Ese día, se proclamaron gobernador Ramos Mejía, Soler y el propio Cabildo como cuerpo colegiado. El creador de la bandera fue el héroe de las batallas de Salta y Tucumán, el abogado convertido en militar porque la patria lo necesitaba; el hombre virtuoso que recibió dinero por sus batallas de Salta y Tucumán pero lo donó para la creación de cuatro escuelas. Lo preocupaban la educación, el comercio, las leyes por supuesto y promovía un rol diferente y activo para las mujeres, distinto al que le adjudicaba la sociedad de ese tiempo.

Güemes ha sido el protagonista a quien, por su meritorio accionar, San Martín lo designó General en Jefe del Ejército de Observación y le encomendó la misión de auxiliarlo luego en la liberación del Perú. En la noche del 7 de junio de 1821 una partida realista guiada por enemigos internos lo hirió. Murió diez días después, a la intemperie, en un catre, en Cañada de la Horqueta, muy joven. Así, se convirtió en el único general argentino caído en acción de guerra externa. Sus restos descansan en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, ubicado en la Catedral Basílica de Salta. Sus ideales de libertad, su amor a la Patria y su temple inclaudicable son el motor que impulsa a quienes lo llevan en su corazón y cada vez que pronuncian su nombre le rinden emocionado homenaje al recordarlo.

Estas conmemoraciones nos llevan a retomar la información que alguna vez fue fuente de estudio. Primero, para la profesora de Historia; luego, para repasar y transmitir a nuestros alumnos. Y automáticamente, son aquellas páginas hoy algo amarillentas las que nos convocan y atrapan. Aunque estamos en amistad con la tecnología, el corazón se resiste a cortar el vínculo con la página impresa, tan generosa y atractiva en otra época. Y resurgen no solo las acciones bélicas memorables; también los gestos, las acciones de desinterés económico, de entrega profunda, manifestaciones de honradez y patriotismo, de hombres íntegros, dignos, honorables. En una vida tan breve, llenaron las páginas de hechos inmortales.

¿En qué momento el ser humano olvidó estos principios y trocó honor por indignidad; desinterés económico por ambición deshonesta, armonía por discrepancia y tantos otros ejemplos que hoy pululan en las páginas de los diarios y en las pantallas informativas? Las figuras de nuestra historia merecen ser evocadas, conocidas en profundidad, enmarcadas en altares de honor y sus acciones divulgadas con fervor, especialmente ante niños y jóvenes que aún deben encaminarse por el derrotero de la acción fecunda. Que esas banderas ondulantes y hermosas de nuestra ciudad protejan el futuro e infundan patriotismo de alto vuelo en nuestros corazones. Y unidos proclamemos… ¡Viva la Patria! en estas fechas y cada día de nuestra existencia como argentinos.

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