Chela de Lamberti: La solidaridad en Corrientes

La voluntad, noble potencia del alma, es la capacidad humana para decidir con libertad las acciones; el libre albedrío para actuar según la propia conciencia. El ser humano supera la voluntad de actuar con respecto a sus propias responsabilidades: trabajo, hogar, familia, etc.; es capaz de donar su tiempo y obra en beneficio de los semejantes, de la sociedad toda cuando le solicitan su apoyo e incluso, sin que se lo demanden, únicamente por la satisfacción de sentirse útil y comprender la necesidad de quienes lo rodean. Es lo que llamamos “empatía”, la capacidad de ubicarse en el lugar del otro; hacerse cargo de la realidad ajena con altruismo.

Existen personas que comprenden las necesidades ajenas y se involucran trabajando gratuitamente en las instituciones de la sociedad donde viven: clubes, escuelas, iglesia, vecinales, etc. Están dotadas de “empatía”, decíamos. Allí aflora esa “noble potencia del alma” y vierten sus sentimientos y energías sobre la realidad que otros enfrentan. Ejemplos rotundos de la amplitud de esta facultad son los bomberos voluntarios. No alcanzan los calificativos para valorar adecuadamente las acciones que ejecutan “ad honorem”, porque así se los demanda el corazón, la energía, la comprensión y una auténtica generosidad.

El radio de acción no tiene límites porque no se circunscriben a la ciudad a la cual pertenecen. Sabemos concretamente hasta qué geografía extienden su compromiso y grandeza humana; hasta dónde llegan con la acción, el arrojo, la eficiencia, la noción concreta sobre el cumplimiento del deber, tal como asumieron la tarea desde el bautismo de fuego. Para arribar a escenarios cercanos o remotos se abandonan el hogar, las comodidades, los horarios y como aguerridos Quijotes – aunque motorizados – allá concurren donde los llama el accidente, la desgracia, la inseguridad, la inundación o el fuego en feroces y voraces llamaradas impías que devoran a los seres humanos, la naturaleza y todo lo que hallan a su paso, con una crueldad infernal.

Del otro lado, en el extremo opuesto de la solidaridad, la valentía, el compromiso, el corazón latiendo al ritmo de quienes sufren, están en las antípodas aquellos que por negligencia o decisión malsana han sido los provocadores enfermizos de la desgracia. ¿Podrán apoyar serenamente la cabeza en la almohada nocturna? ¿Verán las imágenes de la cruda realidad que nos llegan a través de los medios televisivos? ¿Tendrán una exacta dimensión de los daños humanos y contables originados por la tragedia? Porque los siniestros no suceden como por arte de gracia.

También, en esas antípodas contabilizamos la inercia, el olvido, la falta de colaboración, los oídos sordos, las decisiones solidarias que no se toman, como si determinadas provincias no conformaran el mapa de la patria. Sin olvidar las inversiones que no se producen para hacer frente a calamidades imprevistas, mientras que quizás se direccionan hacia obras que no son tan relevantes para cuidar al ser humano; un ser humano vulnerable ante la inseguridad en la calle, en las rutas del territorio nacional, o frente a las adversidades imprevistas de la naturaleza.

El corazón advierte la presencia del bien y del mal. Antagónica, la representación de ambos en este escenario de la querida y olvidada provincia de Corrientes, que conmueve al país y origina eso sí, la ayuda solidaria de países aledaños y de otros más alejados pero más provistos de instrumentos para el contraataque. Esos se aplauden con fervor. Se felicita y aplaude, pero también se descalifica y censura. Se vuelve tierno y se endurece a la vez, como si dos fuerzas en pugna nos habitaran. Por lo tanto, toda esa pléyade de militantes anónimos- militantes de corazón magnánimo, compasivo y espléndido- que desde cualquier punto del territorio nacional luchan para que no se propague el fuego y rescatan a los damnificados, esos merecen estar envueltos en la bandera celeste y blanca, como los héroes de la actualidad.

Mientras tanto, padece nuestra querida provincia de Corrientes. La misma que en idénticas fechas nos convocaba para la alegría con todo su carnaval espléndido, fastuoso y resonante, es la misma hacia la cual concurren los seres humanos de corazones generosos y fuerzas solidarias. Seres que no preguntan ideologías y responden a las decisiones de cada íntima voluntad, potencia noble del alma. Reforcemos nuestros aplausos a quienes se inmiscuyen, actúan, aportan y son presencias vivas en ese ya declarado desastre ambiental.

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