Daniela Arnaudo y una mirada diferente sobre la muerte

Coronaciones4(Por: El Litoral) – “La idea comienza desde mi intención de replicar, recrear y revivir una experiencia de infancia. Mi abuelo era funebrero, tenía la empresa fúnebre Arnaudo en el pueblo de Ramona”, cuenta la expositora.

“El depósito de ataúdes que se encontraba al lado de la casa de mi abuela era nuestro espacio de juegos, junto a mi hermana y mi primo. Ese depósito se derrumbó, la empresa no es más parte de la familia, y quizás en un intento de no perder lo vivido, con algo de nostalgia, recupero esos recuerdos y esa intención de acercamiento no trágico con los objetos funerarios, con la representación que tenemos de la muerte”, explica.

Representaciones
¿Qué proceso seguiste para la composición de las imágenes?
Trabajo desde varios ejes. Uno de ellos es la recuperación de historias de mi familia como disparadores para desarrollar una idea artística y a su vez utilizar diversas técnicas textiles para concretar objetos artísticos. Aunque también tengo un proyecto realizado con caramelos de azúcar, con la participación del que llamé el ‘público-actor’, porque lo invitaba a intervenir, a participar activamente en la obra. En ‘Coronaciones’ partí desde el bordado de las ‘lápidas textiles’ y del deseo de retomar esta temática trabajándola desde el recuerdo de infancia, del juego, desde el respeto y del embellecimiento de objetos que nos ligan directamente con el dolor.

Muestras del MAC.

¿Te encontraste con reparos, límites, prejuicios a la hora de abordar este tema?
Comencé a desarrollar esta temática en 2009. Luego, durante dos años la dejé en reposo, como si la estuviera ‘incubando’, y volví a ella en 2012. Lo que tengo claro es que no deseo ‘profanar’, ni intervenir los nichos: mi acción es de un instante, se podría decir efímera. Los prejuicios están, aunque pueda dejarlos a un lado. Tomé la decisión de ocultar la identidad de las personas enterradas, no me interesa el muerto en sí sino la representación que tenemos y hacemos de la muerte en nuestro lugar.

La artista resalta la importancia de incorporar el color a esos objetos: contrastar la fuerte monocromía que invade el rito funerario occidental.

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Dar belleza
Daniela se acercó al tema en el marco del taller “Demolición/Construcción”, en el Centro Cultural España de Córdoba. Ahí construyó el primer objeto funerario textil. Lo retomó en 2012, para desarrollarlo durante la Residencia para Artistas del Museo Castagnino+Macro en Sastre, donde realizó la primera acción sólo con registro fotográfico, que devino en una acción filmada, concretada hace pocos días, gracias a la colaboración del espacio cultural Mumu de Córdoba. Este registro se podrá ver en la muestra del MAC.

La relación entre el arte y la muerte, o las imágenes que la muerte evoca, son aspectos que fueron abordados por grandes creadores a lo largo de la historia. ¿Cuál fue el disparador, en tu caso, para acercarte a este tema?
Es desde este recuerdo de mi infancia, desde una historia personal. A partir de ahí me propongo correrme de la experiencia individual para llevarlo hacia el “otro”, hacia un concepto más global reforzando y focalizándome en el entorno cultural y social al cual pertenezco.

La artista resalta la importancia de incorporar el color a esos objetos: contrastar la fuerte monocromía que invade el rito funerario occidental, embellecer, “coronar”, dar un signo de distinción a aquellos nichos despojados de ornamentos, fundiciones, bronces. “Como un reparar, dar aunque sea un instante de ‘belleza’ a depositarios de cuerpos sin vida, en muchos casos abandonados”, define.

Análisis por Stella Arber (*)

(*) Directora del museo y curadora de la muestra «Coronaciones», en el MAC

Mezclar lo religioso, lo ritual, lo sentimental y lo necrológico es pura intensidad de parte de la joven Daniela Arnaudo, que despliega lo simbólico representacional en temas tan difíciles de abordar como la muerte, los lugares de entierro y los depósitos de cadáveres.

Esta artista fluye en los bordes, deja claro que los puede internalizar sin complejas imposturas, sólo dejando actuar a sus recuerdos y a su imaginación para recrearlos. Pocos se atreven con este contexto que trae al tapete un universo de mensajes que siempre fueron vigilados, y supervisados por la religión. De este modo apoya el accionar visual sobre los signos típicos que rodean la muerte, los trae al centro de la escena museística sin tropiezos, sin condicionamientos morales ni culturales para lograrlo.

Esto tiene que ver con su esencia, es todo un acontecimiento que Daniela Arnaudo realiza con una naturalidad y una familiaridad estremecedoras y sin más pretensiones que convertir en obras de arte sus resonancias familiares, sus experiencias infantiles con su abuelo funebrero. Comprometida hasta la médula con estos temas, los asume componiendo con cromatismos absolutos, con profusiones de elementos en una pronunciación barroca propia de lo que rodea a las tumbas, arreglos florales y ornamentos propios de los cementerios y toda la imaginería religiosa que acompaña la iconografía cristiana y aquí hace su aparición como parte integrante de las obras, como datos puntuales de una decoración inevitable.

Los nichos que tapizan una pared completa muestran un recato explícito en la decoración, demarcada continuamente por un exceso ornamental en combinación con frases de relatos breves en las placas, aludiendo siempre al muerto que allí habita. Otras aparecen en abandono, evidenciando la crudeza del paso del tiempo y el olvido de sus deudos, presentando un despojamiento extremo. Allí es donde acciona visualmente Arnaudo, con su fuerte carga alusiva, poniendo una lápida ultra ornamentada para contrarrestar el deterioro flagrante al que han sido sometidas. La referencia a ritmos orgánicos probablemente responda también a los órdenes creados por el normal crecimiento de la naturaleza, explicitado en esas flores cuidadosamente elaboradas en unidades únicas, la frescura de la vida, con variantes deliberadas en su composición y una impecable factura, puestas allí para contrarrestar el ataúd, para interponer un recurso contra lo efímero o para crear un follaje rico que refrene lo que inevitablemente ocurrirá dentro de él.

Arnaudo explora todas las posibilidades expresivas, toma las retóricas del entorno y asume sin sentenciar otra oportunidad para sus muertos, otra correspondencia con su eterno descanso. Legitima una nueva mirada desde el arte para la última morada humana.

“Es como un reparar, dar aunque sea un instante de ‘belleza’ a estos depositarios de cuerpos sin vida”.

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Pasos
Daniela Arnaudo nació en Sunchales, en 1980. Actualmente, vive y trabaja como docente y artista en Santa Fe. Es parte del grupo Andamio Contiguo, con el cual realizan obras que integran principalmente el teatro, la danza y las artes visuales.

En el marco de diferentes programas de perfeccionamiento, realizó clínicas con Ana Laura López de la Torre -de Uruguay- y Patricia Hakim (Entrecampos Regional Paraná); Lila Siegrist (Pequeño Aeropuerto, Córdoba), Rafael Cipollini (Santa Fe y Paraná), Ananké Asseff (Buenos Aires) y Andrea Juan, Augusto Zanela y Sergio Bazán (Escuela de Proyectos, Buenos Aires), entre otros.

Estudió en la escuela Juan Mantovani, y realiza actualmente un postítulo de Formación Universitaria en Artes Plásticas de la UNR. Recibió el Premio Adquisición Salvador Caputto con la obra “Bababs”, en el Salón de Mayo del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez en 2012; y becas de la Fundación Nuevo Banco de Santa Fe y Fondo Nacional de las Artes, de la Galería Isidro Miranda de Buenos Aires y del Centro Cultural España, de Córdoba.

Entre las residencias artísticas figuran el Programa de Residencias de Sastre (Santa Fe), el Museo Castagnino+Macro (Centro de Expresiones Contemporáneas) de Rosario y la Residencia de Arte Contemporáneo (Curatoría Forense, Bogotá, Colombia). Expuso en diversos espacios de arte de Córdoba, Rosario, Buenos Aires y Santa Fe.
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