La carpa de Unión (Primera parte)

Sunchales, a comienzos de 1948 era poco más que una aldea. El 2 de abril de ese año se fundó la institución albiverde y de inmediato se acordó con don José Knubel, en alquilarle el terreno en donde funcionaría la pista de baile y la cancha de básquet al aire libre. No podía ser de otra manera, los salones gimnasio no existían siquiera en la imaginación de alguien.

El lugar fue, el tiempo lo demostró, estratégicamente perfecto: la esquina noroeste de la plaza principal de Sunchales. Se construyó la portada en ochava, con sus boleterías, se lo tapialó, se levantó el buffet y sobre el mismo, tal la costumbre de la época, se construyó el escenario. Y así comenzó a andar la entidad de calle Ameghino.

Baile en la pista de Ameghino y 25 de Mayo (Libro del cincuentenario del Club. Atlético Unión, 1998).

En aquel entonces, la actividad social por excelencia lo constituía el baile. Era un acontecimiento del cual participaba toda la familia. Las reuniones en verano se realizaban en las pistas de los clubes, en cambio, cuando aparecía el frío, los lugares donde se reunía la gente era el Cine Teatro Avenida, propiedad de don Néstor Álvarez y el Cine Teatro Plaza, perteneciente a Amigos del Arte, a partir de 1940, institución cultural señera en nuestro medio hasta nuestros días.

En las postrimerías de la década del ’30 y hasta los carnavales de 1947 existían en nuestra ciudad dos orquestas bien conformadas y con matices de rivalidad marcada: «El Fortín» y «Los Ases». La primera contaba con dos cantores que marcaban la diferencia: Spencer Peppellin y Néstor Prola. No obstante, según la tradición oral que uno ha recogido, «Los Ases» lo superaba en la calidad de sus músicos; a modo de ejemplo menciono al profesor Juan Guillermo Bosch (Juancito) en piano y al siempre recordado Pibe Tschopp en bandoneón, para muchos el mejor «fueye» de la historia de Sunchales. Actuaban en «Los Ases» como vocalistas Stella Marys Ramello y Raúl Silvestre.

Unión comenzó su actividad bailable y el 2 de noviembre de 1948 (a pocos meses de su fundación) actuó en la pista Azucena Maizani (La Ñata Gaucha) acompañada de guitarras,  todos ataviados a la usanza criolla.

Construir un salón para realizar en ellos las “reuniones danzantes”, tal como se mencionaba en aquella época a los bailes, escapaba a las posibilidades económicas de la institución; es por ello que surgió la alternativa de adquirir una carpa.

Sin lugar a dudas, en la mente de los directivos estaba presente el otrora famoso Pabellón de Patricio. Para quien no oyó hablar del mismo, diré que lo constituía una carpa redonda con piso de madera, propiedad de don Patricio Zambón.

Era un “salón itinerante” ya que este lo trasladaba a cuanta fiesta de pueblo y capilla vecina se celebrara. En el armado y desarmado del citado pabellón colaboraba su hijo Hermenegildo y la carpa poseía un palo mayor en el centro, sobre el cual se colgaba el “sol de noche”.

Lo cierto es que transcurría 1952 aproximadamente y por decisión de la comisión directiva se resolvió iniciar la gestión para la adquisición de una carpa con la finalidad de utilizarla en acontecimientos sociales en épocas de invierno. A tal fin se encomendó a don Hugo Perotti, quien integraba con su hermano Héctor la explotación de un almacén de Ramos Generales, a los efectos de que se entrevistara con Fábrica Argentina de Alpargatas. Dado el carácter de comerciante de Perotti recibía periódicas visitas del viajante de esa empresa, de apellido Orsaglia.

Comenzadas las tratativas surgió el primer inconveniente: Fábrica Argentina de Alpargatas no fabricaba carpas cuadradas. El club necesitaba adaptar la carpa a la pista de básquet para lograr ocupar el mayor espacio posible. El emprendimiento era de una envergadura tal que la empresa decidió enviar un ingeniero a Sunchales a fin de solucionar el problema «in situ». El club por su parte encomendó a don José Allasia, principal de la fábrica de cosechadoras homónima, a fin de que se entrevistara con el profesional.

Solucionada la traba aludida, en la fábrica Allasia (la que donó la mano de obra) se construyó la estructura para el levantado de la carpa, consistente en dos columnas de acero situadas en la cabecera norte y sur de la cancha de básquet. Con cables también de acero y aparejos quedó finalizada la misma.

Como el club no era cliente de Fábrica Argentina de Alpargatas la compra se facturó a nombre de Héctor y Hugo Perotti, pero la cuestión álgida era el pago de la carpa: el club no contaba una moneda; la solución la aportó Banco Nación. El gerente de la institución bancaria sugirió que algún colono allegado al club sacara un crédito para la siembra de alfalfa. Fue así entonces como don Santiago Ristorto, pese a la férrea oposición de su esposa, estampó su firma y el crédito se otorgó. El club se hizo del dinero y como corolario, digamos que luego de dos años y medio el préstamo fue cancelado por el club con puntualidad inglesa; así comenzaron los bailes, kermeses y otras actividades deportivas y sociales en la famosa carpa del Club Unión.

Continuará…

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José «Pepe» Marquínez

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