Tiempos de apogeo
Tuve la suerte de trabajar en esta empresa desde 1970 a 1974, y quizás hayan sido épocas memorables, no podría aseverar de máxima prosperidad pero si de tiempos felices.
En esa época, los que estaban al frente de la empresa eran los hijos de José: Hugo, Jorge, Miguel y Teresita.
La empresa funcionaba al compás de una alegre melodía, parecía todo armonizado y fácil. La materia prima (hierros y láminas de metal) llegaban por ferrocarril o por camión, donde entusiastas operarios descargaban la mercadería que era registrada por un encargado y almacenada en los depósitos.
En el área de montaje se vivía un clima de fiesta. Berto Alochis, el Capataz, hombre bonachón y de máxima confianza de la empresa, inundaba con su fuerte vozarrón el galpón de montaje.
Los planos que eran elaborados por Hugo y Jorge Alasia, pasaban a las manos engrasadas de Berto, que luego de una rápida mirada se asemejaba a un director de orquesta, porque todos en forma armonizada producían el hormigueo de traer las piezas cortadas, alcanzar las cajas con remaches, el despliegue de los soldadores que competían para ser el que mejor costura lograba, para luego pasar al sector pinturería donde el «verde» (así lo denominábamos a Pichi Balduino porque sus ropas y piel había tomado el verde de las cosechadoras) las dejaba para admirarlas y verlas trabajar.

Colaboraban con Berto unos verdaderos expertos en sus oficios, como los hermanos Amado y Chocho Bergesio, Héctor Balduino, Raúl Balduino, Hilario Barberis, Canti Forneris, Aventura Colombetti, Rafael Roasso, Santiago Arce, y en la tornería estaban Oscar Maretto, Quique Thalmann, Tucho Bussano y Jorge Depetrini.
Cada uno tiene su rica historia que también es interesante conocer, pero a modo de referencia podemos citar una de ellas, la de Aventura Colombetti (padre del actual Presidente de Sancor Seguros y Casa Cooperativa). Don Aventura era un trabajador de la estancia La Esmeralda en Logroño (provincia de Santa Fe), cuyos propietarios Sabena – Berta disponían de una cosechadora que en una oportunidad en una visita que hicieron uno de los hermanos Alasia, observaron que el trabajo de mantenimiento y las reparaciones de la máquina lo hacía Don Aventura con mucha habilidad y conocimiento, y lo más admirable es que no había realizado (como sucedería en esta época) ningún tipo de capacitación.
Al advertir el señor Alasia esta capacidad de Don Aventura, de inmediato le propuso que venga a trabajar a la fábrica y el eventual traslado a Sunchales.
En el frente de la fábrica, sobre avenida Moreno, había siempre un desfile de camionetas Ford, Chevrolet y Rastrojeros, que sus conductores llegaban presurosos a buscar el repuesto necesario para continuar trabajando porque estaban en época de cosecha; y cuando se daba la circunstancia de llegar fuera de hora o en horas de la noche, directamente pasaban por la casa del fiel encargado de los repuestos, Don Ángel Bergesio, que siempre con una sonrisa y su buen sentido del humor, corría a cumplir con su misión.
También llegaban pedidos por carta, telegrama (en esa época no eran fáciles las comunicaciones telefónicas, tampoco existía la Internet), que Ángel en forma rápida armaba los paquetes y en el viejo Jeep los llevaba a las estaciones de ferrocarril Mitre que estaba a pocas cuadras y a la Belgrano, en Cabaña El Cisne, que para ello debía hacer unos diez kilómetros.
Con bastante frecuencia se organizaban asados en el taller, donde predominaba un clima de verdadero festejo porque salían a relucir anécdotas, que todas tenían una gran dosis de comicidad.
Para estos encuentros, contribuían mucho los dueños de la fábrica: Hugo, Jorge y Miguel, porque fomentaban la camaradería, siempre tenían el atento y respetuoso saludo con todo el personal, compartían actividades y comentarios, es decir, eran uno más del grupo de trabajo.

También son importantes los aportes brindados por un empleado de la fábrica (señor Omar Baudino), que comenta que era grande el prestigio de la Cosechadora Alasia, que los clientes de La Pampa, Córdoba y Entre Ríos, llegaban a Sunchales con una semana de anticipación a la fecha de entrega de la máquina, por la ansiedad o temor que no sea terminada o entregada a tiempo.
Estas empresas además de dar trabajo a docenas de operarios de la localidad, también generaban pequeñas empresas que producían una gran fuente de trabajo adicional, cuyos talleres -que seguidamente se mencionan algunos- elaboraban piezas para la fábrica principal: Culasso y Dallaglio, Valerotti y Vivas, Edelmo Ipóliti, Pelosi y Volta, Silvio Peirone, Peirone y Orozco, Abel Druvetta, Carlos y Mateo Alasia, Hermes Dacci, Miguel Barberis, Depetrini y Thalmann, Carlos Yaffei, Pascual Baudino (armaba los sacapajas), Antonio Baudino (armaba las zarandas), y los Hermanos Seguro (que hacían los cernidores).
Además otras empresas y comercios proveedores de materiales: Ignacio Ambroggio (hacía recolectores), Taindú (otra importante empresa de Sunchales que entre otras cosas hacían la provisión de fundición gris), la fábrica Rotania (fabricaba las transmisiones) y Clemir (otra destacada empresa que hacía los componentes hidráulicos).
Si analizamos el párrafo anterior y hacemos un sencillo cálculo matemático, cuánto puede llegar a producir y significar una empresa o fábrica en el interior del interior del país. Una fábrica por sus necesidades específicas en forma paralela desarrolla importantes fuentes de trabajos (el ejemplo anterior nos indicó más de 20), que son unidades de producción que por lo menos todas pueden ocupar una o dos personas, lo que significa para esa gente, trabajo, dignidad, buena calidad de vida, procuración de una buena vivienda con buen confort y los servicios que genera una comunidad progresista, educación para sus hijos, posibilidad de esparcimiento y recreación, y muchas cosas más, que mientras la ausencia de estos verdaderos emprendimientos, lo sufre y lamenta la comunidad toda.
Por ello debemos procurar y sustentar el desarrollo de las empresas y sentirlas como propias, porque cuando dejan de existir nos afecta a todos los vecinos.

