REP 133 – Inocencia de juventud (Parte I)

Resumen del libro: «Apuntes para la historia de Sunchales», de Basilio M. Donato.

Nuestros juegos infantiles
Para describir nuestra infancia, llenas de gratos recuerdos y bellas imágenes imborrables, de colores tan distintos de los que hoy al sol alumbra nuestros ojos, ya cansados por la vejez. Voy a adoptar una narrativa en primera persona, dejando un poco, el clásico estilo de los historiadores.

Éramos en los años nacientes del siglo XX, no digo la personificación de la ingenuidad e inocencia, pero sí, ajenos a muchos problemas que hoy inquietan el alma de los niños, influenciados por las terroríficas escenas del cine y de la televisión, que se presentan a la vista del párvulo, sin el amparo de los padres y menos del Estado.

Recuerdo que una mañana del mes de febrero de 1910 me dirigía a la escuela fiscal, siendo Director Don Javier Gramajo, con el objeto de sacar la matrícula de inscripción, cuando en el trayecto me encontré con Enrique Cagliero y Armando Virarelli, que iban con el mismo fin.

Conversando mientras íbamos, Enrique nos dijo que el maestro preguntaba dónde habíamos nacido.

– ¡Yo, debajo de un repollo!, exclamó Armando siempre listo para hablar.
– Mi mamá, intervino Enrique, me dijo que me encontró dentro de una bolsa de harina.
¿Y tú Basilio, dónde naciste?
– Yo, le respondí, según mi mamá, me halló entre las virutas de la carpintería de mi papá. ¡Y teníamos ocho años!

Al penetrar en la escuela, oímos que el maestro le preguntaba a un compañero:
– ¿Nacionalidad argentina?
– ¡No! respondió el interrogado: ¡Italiano!
– ¿Dónde has nacido?
– ¡En Tacural, contestó sin inmutarse!

Al escuchar esto, se nos hizo la luz en nuestro cerebro y nos miramos los tres. Nosotros habíamos nacido en Sunchales, por consiguiente, tiramos el repollo, la bolsa de harina y las virutas y al ser interrogados respondimos con orgullo que éramos argentinos, nacidos en Sunchales.

Nuestros padres nos criaban con demasiada ingenuidad y esa inocencia la desplegábamos en muchas cosas de la vida y del conocimiento también.

Grupo de niños (Museo y Archivo Histórico Municipal).

En los albores del presente siglo XX en Sunchales no se conocía el Cine, ni el Fútbol; menos, por supuesto, el Tennis y el Básquetbol. Por las conversaciones de las personas mayores, nos habíamos hecho una vaga idea de una volanta que andaba sin caballos (el automóvil); de la electricidad, sabíamos que en Rosario iluminaban las casas y las calles, con lámparas unidas por un alambre por donde se mandaba el querosén.

Estas equivocadas concepciones, las debíamos a la falta de esquemas ilustrativos, a la carencia absoluta de revistas especiales para niños, como existen hoy día (Billiken, Anteojito)… De las palabra sueltas sin la expresión gráfica, poco en limpio sacábamos.

Conocíamos el fonógrafo de Edison, con cilindros grabados en lugar de discos, por que los «saltimbanquis» que venían en las fiestas patronales o el 20 de Setiembre, nos hacían oír la música, abonando 20 centavos.

Las bicicletas de ruedas grandes adelante, con pedales y una pequeña detrás, iban desapareciendo, sustituidas por las modernas de dos ruedas iguales, con tracción a cadena.

No se habían inventado ni la radio ni la televisión; un teléfono, en la estación era conocido por muy pocos. La aviación recién se iniciaba y nuestras mentes infantiles, por no haber visto siquiera una foto, concebíamos que el hombre volaba con alas a las cuales se les llamaba aeroplano.

El primer motor a tracción que se vio en Sunchales y que arrastraba la trilladora, la casilla y el tanque, causó sorpresa. No existían modas; cada cual se vestía de la forma más económica sin ostentación alguna. Una camisa blanca con mangas largas, sujetadas en el antebrazo con un elástico, era signo de distinción única, del hombre de jerarquía social, del ejecutivo que trabajaba a la par de sus peones y se sentaba en la misma mesa al mediodía y cena, como un obrero más.

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