Cercanía de Navidad

El almanaque cercano me acompaña a diario cuando escribo, ubicándome en el mundo real que no siempre es el de la literatura. ¡Qué breve es la distancia! Allí nos espera, en esplendente rojo, el 25 de la Navidad.

Y tiene un imán poderoso, atractivo y fascinante, distinto a todos los demás números enrojecidos y esparcidos en la totalidad del calendario. Porque aquí evoca una fecha trascendente, única, creadora. Es presagio del año a concluir pero además y fundamentalmente, formaliza un símbolo solemne y representativo de nacimiento, de fuente y origen.

Un nacimiento consumado en la pobreza absoluta del pesebre en Belén tuvo vaticinios de testimonio fecundo, hasta convertirse en historia consagrada y de trascendencia valedera en el universo. Y esa imagen, esa reproducción, debiera ser el testimonio infaltable, establecido para evocar el suceso, más que el árbol navideño. Es decir, la conjunción de ambos como símbolo necesario y evidente de la Navidad.

Y la fecha única, ese rojo sobresaliente nos trae recuerdos de niñez en el pueblo sin árbol y con una mesa breve, donde los cuatro miembros de la familia se reunían cotidianamente, como cualquier otro día de la semana, pero esperando la medianoche y después, que la niña de la casa se durmiera para… bueno, para que el Niño Dios hiciera su pasaje. Eso era lo anhelado: el NIÑO DIOS, ningún Papá Noel, ni Santa Claus.

La familia estaba dispersa en otras ciudades y ser dueños de un automóvil no era frecuente. ¿Hoy? Hoy la familia se ha multiplicado y desde Córdoba, Buenos Aires, Corrientes o Formosa… nada los detiene. Año tras año se multiplica el número y con él, los abrazos, las risas, los augurios.

¡Qué felicidad! ¿30, 35 o más quizás? Abrazos para todos; inseparables, caben en el corazón y desbordan los deseos. Sabemos que no todos son dueños de una Navidad en armonía o con presencia cercanas. Vaya nuestro abrazo multiplicado, inclusivo, especialmente donde hay niños inocentes y anhelantes.

Quienes ya no nos acompañan también reciben nuestro recuerdo, doloroso en este caso, pero los lazos fecundos del presente son integradores y ellos anidan permanentes en nuestros corazones, con la misma fuerza de siempre. Breve, sincero, profundo, los lectores también reciban los deseos de ¡Feliz Navidad!

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