Día Internacional de la Educación: 24 de enero

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La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de enero, Día Internacional de la Educación, en celebración del papel que la educación desempeña en la paz y el desarrollo. Este año se celebra la sexta edición, bajo el lema: «Aprender para una paz duradera».

¿Qué relación hay entre el aprender y la paz? Sin lugar a dudas y eso lo sabemos todos, los maestros, con más fundamentos, que la educación, equitativa, inclusiva y de calidad posibilita salir de la pobreza que deja rezagados a millones de seres humanos, considerando a la indigencia factor fundamental de la violencia y los enfrentamientos.

La UNESCO recomienda: «El aprendizaje para la paz debe ser transformador y contribuir a dotar a los alumnos de los conocimientos, valores, actitudes, competencias y comportamientos necesarios para convertirse en agentes de paz en sus comunidades».

La Educación es un servicio que puede ser ofrecido a través de instituciones públicas o privadas, pero el Estado es garante de ese servicio. La Ley de Educación Nacional N° 26.206/06 en sus artículos primeros, expresa:

ARTÍCULO 2°. – La educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.

ARTÍCULO 3°. – La educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación.

Podemos vanagloriarnos de haber sido un país pionero en hacer de la educación una política de Estado a través de la Ley N° 1420 dictada en 1884. Ley que, bajo la mirada integradora de Sarmiento, definió: educación obligatoria, gratuita, gradual, es decir todos a la escuela sin distinción de clases, géneros, ni religión, aún en contraposición con Juan B. Alberdi, para quien la educación jugaba un papel accesorio, considerando que se requerían sujetos sociales y políticas demandantes de educación, antes que una educación que generara tales sujetos: educación para pocos.

Para beneficio del ciudadano argentino, prevaleció la idea sarmientina y desde ese posicionamiento, la educación, en nuestro país, pasó a ser una cuestión de Estado, garante de la instrucción para construir una sociedad justa.

Cierto es que, abrir escuelas para el acceso masivo, no asegura la permanencia de los niños a las mismas: otros factores los expulsan o les van cercenando el derecho a una educación de calidad: pobreza, necesidad de trabajar, distancias, falta de contención, es decir, factores sociales que superan la garantía de accesibilidad. Realidades diversas para sociedades en permanentes crisis económicas. Es una deuda, sin duda.

De todas formas, el sendero de la formación en la escuela pública, estatal se encuentra frente del espejo de los Premios Nobel, los científicos, los inventores, los grandes hombres y mujeres que salieron de sus aulas quienes, orgullosos ostentan el título de graduados en «la pública».

Ningún país se ha apartado de la educación pública. Finlandia, por ejemplo, es el primer país del mundo, en educación. Desde las guarderías hasta que salen de la universidad, el estado se encarga de todo. Son países para emular.

Que la UNESCO elija el lema de este año: «Aprender para una paz duradera», convoca a reflexionar sobre el valor de una educación pública inclusiva, con igualdad de oportunidades, dispuesta a colocar el aprender como instrumento para la paz del mundo.

Es posible inferir que se necesita un Estado presente, responsable de asegurar acceso libre gratuito y de calidad para todos. Lo contrario, atentaría contra la justicia social, ergo contra la paz.

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Griselda Bonafede

Fuente: Adriana Puiggrós (2006): «Contrastación entre Alberdi y Sarmiento».

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