El clásico tuvo intenciones pero no dueño. Fue igualdad en cero en el «Plácido Tita», en un partido que contó con mucha voluntad de ambos planteles pero quedaron ambos en deuda con respecto al juego colectivo y la creación de fútbol. Lo mejor estuvo en las dos hinchadas, que poblaron las tribunas.
El partido se disputó como lo que era: un clásico que además podía marcar el futuro más inmediato de ambos. Fue así entonces que no sobraron nervios ni imprecisiones que se repitieron en todo momento. De a ratos mejor uno que otro, ambos terminaron quedando en deuda para con sus hinchas al igualar en cero.
Es el partido esperado y tanto para albiverdes como para cañoneros, podía ser el del despegue en el campeonato que amenaza con dejarlos rápidamente al margen de la pelea más importante. Sin embargo no supieron interpretar el rol de protagonista sino por minutos alternados y esto hizo que la fiesta más importante fuera la que se daba en las tribunas del «Plácido Tita».
A lo largo de toda la tarde, puede que el local haya acumulado alguna situación más pero dista esto de ser mérito suficiente como para establecer el merecimiento de una suerte mayor a la del empate. Durante buena parte del encuentro, los de Tosello se repitieron en pelotazos largos y anunciados, haciendo que la defensa de Unión tuviera tiempo de acomodarse y rechazar casi todo.
En la otra vereda, los de Tosetto apostaron más al juego colectivo pero tampoco pudieron plasmarlo en el desarrollo y si bien dispusieron de algunas chances, tampoco acumularon tantos méritos como para decir que la igualdad fue una injusticia.
En el resumen quedarán un puñado de aproximaciones de ambos bandos y la necesidad de mejora que debe plasmarse por igual en ambos planteles. De todas formas, las emociones pueden llegar en futuros enfrentamientos puesto que hay algunos clásicos más pendientes en el horizonte.
