La historia interpela: sufragar es un derecho y un deber

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Votar, elegir autoridades legislativas y ejecutivas, demandan responsabilidades. Hace ya 40 años que regresamos a la vida en democracia. Estamos madurando en esto de elegir y ser elegido. La historia nos interpela a mostrar que los Golpes de Estado y los gobiernos autoritarios impuestos por la fuerza son un mal recuerdo. Votar es un derecho y un deber.

Los que sufrimos décadas de dictadura lo hacemos con satisfacción; elegir nuestros gobernantes significa ser dueños de un poder soberano: Ejercer la autoridad de escoger a los representantes. Somos competentes en este ejercicio y lo llevamos a cabo en cada jornada electoral, aun sabiendo que sufragar no es el único acto democrático que debemos ejercer como ciudadanos.

Los calendarios electorales, llevan automáticamente a la figura de don Hipólito Yrigoyen, primer presidente electo por la Ley Sáenz Peña, la que impuso el voto secreto, obligatorio, masculino. En este recuerdo, honro la memoria de la Unión Cívica Radical (UCR), hombres de coraje que, en el siglo XIX, fueron capaces de emprender una lucha denodada para enfrentar al sector oligárquico y su vicio de fraude electoral, sin dejar de reconocer el apoyo de socialistas y grupos anarquistas, inmigrantes llegados de Europa, con actitud revolucionaria, dispuesta a terminar con gobernantes fraudulentos.

El partido radical enfrenta al Partido Autonomista Nacional (PAN) formado por un grupo denominados “Notables”, integrantes de familias de clase alta, mayormente propietarias de extensos latifundios contenedores de estancias. Esta facción ideológica se la reconoce como la Generación del 80, defensores del liberalismo económico y el conservadurismo político mediante fraude electoral.

En ella se destacan personalidades conocidas en el ámbito de la política y de la literatura, aunque de diferentes edades: Paul Groussac, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y Joaquín V. González.

Dice Felipe Pigna: “Los días de elecciones los gobernantes de turno hacían valer las libretas de los muertos, compraban votos, quemaban urnas y falsificaban padrones. Así demostraba la clase dominante su desprecio por la democracia real y su concepción de que ellos eran los únicos con derecho a gobernar un país al que consideraban una propiedad privada, una extensión de sus estancias.”

La lucha de la UCR por una ley electoral no fue sencilla, no obstante, en 1912, logran la sanción de la Ley Sáenz Peña, llamada así porque su impulsor, fue el presidente Roque Sáenz Peña, quien representaba al ala modernista, del Partido Autonomista Nacional.

Cabe la pregunta: ¿Por qué Sáenz Peña, perteneciente a la clase de notables fraudulentos, presenta esta ley? Y la respuesta no puede asombrarnos.

Dentro de ese sector dominante del PAN, se sucedieron divisiones: quienes querían seguir son el fraude a toda costa y quienes miraban a Europa y sus transformaciones (rebeliones obreras en España, Italia y Rusia); temían la réplica en Argentina y querían quitar de las calles, las protestas, las revoluciones, etc. Sáenz Peña se encontraba en estos últimos.

La ley, a criterio de Sáenz Peña, rompería la unidad del incipiente movimiento obrero y debilitaría al temido anarquismo, aunque en el fondo, su soberbia les indicara que siempre saldrían ganadores.

La realidad les dijo otra cosa, y en 1916, Hipólito Yrigoyen llega al poder con la Ley N° 8871, de voto secreto, obligatorio, masculino, cuyo número quedará olvidado y será por siempre, Ley Sáenz Peña.

Yrigoyen tiene a su favor, la gran masa de inmigrantes que por ese tiempo ya sumaban millones, convencidos que esta tierra les proveería seguridad y progreso. Don Hipólito tuvo un ojo avezado y supo ver dónde estaban sus electores: los que buscaban voz y voto en un país nuevo.

Pero, poco le duró a Argentina la transparencia electoral, porque en 1930, los conservadores, liberales, vieron en la debilidad de la economía argentina, ocasionada por la caída de la bolsa de valores de Wall Street en Estados Unidos, una oportunidad, para romper con el gobierno elegido por el pueblo e instalar nuevamente, el fraude. Esta etapa durará 13 años.

Felipe Pigna la define de este modo: “Esta etapa de nuestra historia, conocida popularmente como «la década infame», se caracterizó por la ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura a los detenidos políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la proliferación de los negociados.”

A este golpe de estado siguieron otros con diferentes consecuencias. Por eso, cada acto electoral, es un paso más de alejamiento al autoritarismo que nos detuvo en el tiempo y una convocatoria a apostar por la mejora de un país mejor. Tenemos que ser partícipes de los cambios que anhelamos. ¡Falta tanto para ser una nación en marcha, sólida en su economía y eficaz en sus políticas, con justicia social e igualdad de oportunidades!

Como argentinos, ciudadanos de la Nación, hay que salir a emitir el sufragio, porque es un derecho, pero también es un deber. Nos interpela la historia.

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Griselda Bonafede

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