Leer en voz alta

Resonancias de un tiempo donde nos leyeron; vibraciones de una historia que nos incluyó como lectores de hijos, alumnos y nietos. Riquezas que recibimos y tesoros que supimos transmitir. Pero, ¿sigue practicándose la lectura en voz alta?

Las crónicas chinas narran que Tsai Lun, allá por el 105, se puso a maniobrar con trapos viejos, cáscaras de árboles y cáñamo. Su experimento introdujo en el mundo un nuevo material llamado papel para arribar nueve siglos después a Europa y demoró otros cuatro más en llegar a las manos del alemán Johann Gutenberg, inventor de la imprenta en 1454.

El vínculo entre la obra de Tsai Lun y Gutenberg produjo nada menos que el libro impreso. Anteriormente, leer textos era un lujo caro y poco difundido. Los libros eran trabajosamente copiados a mano, conservados en bibliotecas de los monasterios y universidades. El libro impreso fue resultado de la obra de ambos hombres. Millones de libros fueron sus hijos.

La lectura fue el acto primario; se leía en voz alta para los demás y se leía en voz alta para sí en la intimidad. Cuentan que San Agustín se asombró cuando descubrió a San Ambrosio leyendo con la boca cerrada: “Sus ojos se deslizaban sobre las páginas, su corazón buscaba el sentido, pero su voz y su lengua estaban en quietud”.

La lectura, entonces, estuvo signada por la sociabilidad. Se necesitaba de dos personas o más para cumplir con este cometido. “Leer para…” era la consigna. El lector comprometía su cuerpo y su voz para que un texto resonara en las orejas de alguien.

¿Han enmudecido los lectores? Hubo un proceso gradual para que esto ocurriera. El lector moderno es silencioso y también silenciado. Se ha perdido la voz de la lectura. Las inflexiones de voz, las pausas, los interrogantes y exclamaciones, las vibraciones, todo le agregaba textura al texto y el lector asumía el rol de intérprete, porque realmente estaba representando.

Demasiadas vibraciones invaden el aire hogareño y de la sociedad en su conjunto. Será tarea de los docentes y los padres no perder el hábito de la lectura en voz alta. Aunque los niños ya sepan leer, es importante seguir leyéndoles. Esta actividad les resulta muy placentera y los ayuda a continuar asociando la lectura con sentimientos de compañía, ternura y placer, así como a fortalecer sus habilidades para escuchar, ampliar su vocabulario y aprender nuevos conceptos.

Y, en definitiva y como corolario ventajoso, se sentirán motivados para leer por su propia cuenta.

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