Un vicario es un clérigo que actúa como sustituto o asistente de otra figura eclesiástica, y sus funciones varían según el tipo de vicario. Las funciones principales incluyen el apoyo pastoral y administrativo a un obispo (vicario general o episcopal) o a un párroco (vicario parroquial), y pueden abarcar la dirección de servicios, la asistencia en crisis y la coordinación de actividades pastorales.
El vicario es la persona que sustituye a otra y ejerce funciones en su lugar, con una autoridad delegada. Este término se utiliza principalmente en el ámbito eclesiástico para designar a un sacerdote que apoya al párroco”. Conociendo tal definición consideramos la importancia de valorar el apoyo en una ciudad como Sunchales que demanda de los sacerdotes una entrega amplia, permanente y diversificada.
Si bien una comunidad participativa y solidaria puede alivianar responsabilidades del sacerdote con profundo compromiso, cuando la participación de los fieles es continua, variada y comprometida con la parroquia local y con el sacerdote que debe llevar adelante la intensa tarea, pero los vicarios que son denominados para cada parroquia tienen una formación específica para afrontar hasta que finalmente son designados para el desempeño definitivo.

El viernes 28 tuvieron lugar las designaciones para la Parroquia «San Carlos Borromeo» de Sunchales, con la presencia del Obispo Pedro Javier Torres. La ceremonia incluyó pasajes emotivos y memorables, con la particularidad de que las denominaciones recayeron en dos sunchalenses: Daniel Massacesi y Leandro Walker. Los acompañó David Colombatto, quien se desempeñará en Rafaela. Ambos sunchalenses participaron activamente de la misa del sábado y se dirigieron a los fieles presentes para comentar sobre los orígenes de la vocación, el apoyo familiar y la preparación asumida, mostrando auténtica complacencia en esta etapa definitiva que ya los incluye en el desarrollo de las múltiples tareas que deberán llevar adelante, acompañando a los Padres Fernando Sepertino y David Retamoso. A menudo las horas no alcanzan, los dolores reclaman, el reloj apremia y la propuesta es atender a todos, sin excepción. Los corazones explotan, la tristeza inunda y la compañía, así como las palabras valiosas y justas del diácono son bálsamos inefables que atenúan el dolor e iluminan el camino hacia un mañana más calmo y seguro.
Las tareas de un diácono incluyen el ministerio litúrgico (asistir en la misa, proclamar el Evangelio, predicar), el ministerio de la caridad (servir a los pobres y necesitados, visitar enfermos) y el ministerio de la palabra (enseñar y exhortar a los fieles). Pueden administrar el bautismo, presidir matrimonios y dirigir servicios funerarios; Proclamar el Evangelio y predicar, Administrar el sacramento del bautismo, Presidir la celebración del sacramento del matrimonio (en el rito latino, con la delegación del sacerdote), Conferir sacramentales como bendiciones y agua bendita, Presidir ritos funerarios y llevar el Viático a los moribundos, Ayudar para distribuir la Comunión.
También incluyen las tareas de la caridad con pobres, marginados; labores de enseñanza y liderazgo, servir como un puente entre la Iglesia y el mundo. La nómina es extensa y origina admiración y gratitud. Abrazamos a nuestros vicarios y debemos declarar que estas personas hayan decidido abordar tal tarea de proyección hacia nuestra comunidad nos llena de un profundo orgullo.


