Domingo en la plaza

Microuniverso de encuentros, nuestra plaza Libertad cobija por igual en domingo y feriados a todas las edades. Desde los niños que duermen plácidamente en un cochecito, pasando por los más juguetones y la juventud distendida, hasta los adultos que hacen del descanso una meta semanal.

Es domingo de primavera. Dos circunstancias que forjan en el almanaque un lugar de privilegio. Esto da origen a que la plaza se transforme en epicentro de las familias sunchalenses, buscando los cuatro puntos cardinales para dar rienda suelta a sus deseos: el juego, la charla, el mate, el descanso. O mirar, exclusivamente, desde la comodidad del automóvil estacionado en reversa, como solicitan los carteles.

Desde hace ya mucho tiempo, los jóvenes la han elegido como sitio exclusivo para verdaderas asambleas de amistad, donde las coincidencias se convierten en citas con la armonía y el intercambio. A veces grupos homogéneos, otras veces mixtos, todos declaman en ruedas sobre el césped los coloquios del entusiasmo y las confidencias.

Varios núcleos de solaz infantil pueblan nuestra plaza, incrementada recientemente con otro sector de juegos. Un castillo inflable se ha sumado a la tradicional calesita y allí los más pequeños convierten el viaje en carrusel en un circuito alrededor del mundo, quizás, bajo las miradas atentas y amorosas de los padres.

La pelota traza sus piruetas en sectores con menos canteros y las melenas revueltas o las rodillas repletas de verde musgo afloran en la imagen que atesora el visitante. Otros, intervienen con sus bicicletas en trechos breves, sin desbaratar el orden establecido. Y aquellos que inauguran el aprendizaje, se sujetan aún al apoyo que les brindan las dos rueditas para dirigir el trayecto del pequeño rodado sobre el sendero.

En coloridas reposeras depositan los adultos el agobio de la semana y así la espalda mitiga su malestar. Los entibia el sol de octubre sin producir el fastidio del verano, aunque algunos buscan precisamente la esquina más radiante hacia el poniente para iniciar quizás, un tenue bronceado que se acrecentará en los meses siguientes.

El pochoclo y otras dulzuras se hacen presentes como complementos ineludibles. Frente a la Avenida Yrigoyen, el consejo de Lalcec al sector femenino en octubre implanta el cuidado de la salud y tiñe de rosa la ciudad que adhiere a la proclama contra el cáncer. Nada falta, todos los componentes de la vida hallan cabida en este microuniverso de nuestra plaza en domingo.

Y allá, enhiesto a ratos y ondulante a veces, airoso se yergue nuestro pabellón nacional, contagiado de cielo y de nubes, ostentando su celosa custodia en el centro del plano territorial. Bajo sus pliegues se congregan las familias, células madres de la comunidad y allí emerge, señero y radiante, el mástil vestido de Patria.

Nuestra mirada y nuestra presencia se nutren de gozo. La estampa se mantendrá en las retinas por siempre y nuestro rezo musita: Gracias, Sunchales, por ser territorio de encuentros y nido de familias que articulan sus días en el concierto de una plaza.

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