El alumno repitente o el avance continuo: Nueva dicotomía

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Cada vez que un tema queda expuesto a la opinión pública, también queda sometido a distintos tipos de fundamentos y casi todos basados en los paradigmas que cada uno tiene acerca del asunto, de las experiencias, de los éxitos o fracasos que estos arrojaron, pero también de la inercia con la que se trató el mismo durante años.

La repetición de alumnos por no haber logrado los objetivos esperados en determinadas asignaturas, situación agravada por la pandemia, ha desatado mucha opinión sobre todo en redes sociales. Comparto totalmente el concepto de que repetir el año no mejora las cosas.

Ocurre que estamos acostumbrados a esa modalidad que se viene imponiendo desde hace tantísimo tiempo: Si el niño o niña no aprende, no supera obstáculos presentados en diferentes materias, no acredita los saberes establecidos para el ciclo lectivo, debe repetir.

Muchos chicos disimulan muy bien el fracaso, pero todos cargan con el rótulo como un estigma, difícil de superar. Repetir el año o grado tiene connotaciones emocionales muy fuertes. Debe desvincularse de los compañeros del año anterior y entrar a otro grupo con el título de “el que repitió”, que afecta negativamente las relaciones educativas y las trayectorias escolares, acumula sobreedad y abandono posterior. Nada más inconducente. Los alumnos repitentes, pueden olvidarse de cualquier cosa en su vida adulta, menos de ese año, “el repetido”.

¿Qué hará durante el año bis? ¿Algo diferente? No. La palabra lo dice: Hará por segunda vez lo del año anterior y la materia que le era inaccesible, seguirá siéndolo, a menos que se haga otra cosa. Si se puede aplicar otra estrategia, apoyarlo con tutores, etc., pues hagámosla antes; démosle oportunidades, no lo condenemos a la repitencia.

Tampoco hay que dejar solo al docente, que seguramente tiene más de 25 alumnos en un curso. A su alcance tienen que estar los recursos humanos y materiales para anticipar la problemática y hacer que se recuperen los aprendizajes sin dilaciones; estrategias singulares, apropiadas para los aprendizajes que no logran, sin esperar a fin de año para decirles que repiten. La repetición de los alumnos, es traumático para ellos y para el entorno. Cuando un chico fracasa, fracasan todos, aunque todavía no se haya visibilizado y simplemente se vea a un alumno o alumna, solo con su frustración.

No se puede dejar a un adolescente en situación de inferioridad. No es justo; es un acto de subestimación. Dice Carina Kaplan, Doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Ciencias Sociales con mención en Educación por la FLACSO: ”…Es decir, en lugar de colocar el problema en los límites personales del niño o de la niña, poner en cuestión la repitencia, nos tiene que habilitar a mejorar oportunidades…”.

Seguramente muchos piensan que los alumnos que fracasan no estudian, son irresponsables. Puede ser, pero la verdad es que a nadie le gusta fracasar, ser “el repitente”. Quieren ser reconocidos. Asimismo, ninguna institución educativa puede sentir placer por hacer repetir alumnos. Si algo enorgullece a las escuelas es la superación de sus educandos, el avance en el trayecto, pero, jamás en el retroceso.

Hay que zanjar esta nueva dicotomía repetición-avance continuo, con la mirada puesta en los chicos. La superación de esta controversia que llenó páginas en los medios masivos, puede diluirse dentro de las propias aulas, cuando las estadísticas arrojen 0% de alumnos en repetición y el vocablo caiga en desuso por haber nacido en el siglo XIX.

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Griselda Bonafede

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