Originariamente el entierro o sepultura de las personas se realizaba en las iglesias. En Buenos Aires nos encontramos con la de San Juan Bautista, San Francisco, San Roque, en la del Pilar y en la Catedral, entre tantas otras. Acabado el espacio en las iglesias se empezaron a ocupar terrenos linderos llamados “camposantos”. En el año 1803 se prohibió enterrar en los templos. En Defensa y Alsina, San Telmo existió un importante enterratorio. Los esclavos, por ejemplo, eran depositados ahí o en espacios abiertos para ser devorados por los perros que, vagabundos, recorrían la ciudad.
Se creó el primer cementerio disidente o protestante junto a la iglesia del Socorro en 1820 y el segundo en 1833 denominado de la Victoria. Hoy aquí se encuentra la plaza Primero de mayo (Balvanera) encuadrada en las calles Irigoyen, José Evaristo Uriburu, Alsina y Pichincha. Además descansan los restos de Elisa Chitti de Brown, esposa del almirante Guillermo Brown, nuestro máximo héroe naval.
En 1822, por orden del gobierno de Martín Rodríguez, se creó el Cementerio del Norte en un terreno adjunto a la iglesia del Pilar. Fue el primer cementerio público de la ciudad, hoy cementerio de la Recoleta, denominado así habida cuenta que allí funcionaba el convento de los monjes Recoletos.
Se observan en esta necrópolis panteones y mausoleos de expresidentes de la Nacíón, escritores, premios Nobel, deportistas y se calcula que se encuentran ocupadas en este cementerio cerca de cuatro mil quinientas bóvedas de distintos estilos arquitectónicos.
Durante el año 1871, año de la epidemia de la fiebre amarilla en Buenos Aires y tal la cantidad de muertos originados por la misma, se habilitó el Cementerio del Sur. Ante la falta de lugar en éste y en el del Norte, y en tanto no se realizaban entierros, la gente moría en lazaretos, parroquias, en sus casas y en la calle. Ese año el gobierno dispuso establecer un cementerio en la Chacarita, el que quedó habilitado el 12 de abril. Se utilizaba el tren (Ferrocarril del Oeste) para trasladar los cadáveres. Por fin el 30 de diciembre de 1886 se inauguró definitivamente el Cementerio del Oeste, hoy de la Chacarita (decreto 2163/49).
En esta necrópolis en el año 1903 se inaugura el primer crematorio. Es el primer cementerio activo de la ciudad de Buenos Aires y se observan distintos mausoleos familiares que responden a la idea de “última morada”, propia de la cultura funeraria del siglo XX.
Se advierten distintos panteones institucionales y con sus noventa y cinco hectáreas es el más grande de la ciudad. Aquí se encuentran sepultados distintas personalidades que brillaron en el arte, la ciencia y el deporte.
Por iniciativa de Federico Lacroze el 9 de enero de 1888 se estableció el servicio fúnebre del tranvía. El mismo empresario había fundado, dos años antes, el tranvía rural con tracción a sangre.
Los coches que prestaban el servicio funerario, presentaban tres categorías. El de primera, por ejemplo, era un tranvía cuyos coches se importaban de Estados Unidos, pintados de negro, portando crespones y llevando en su interior el catre para apoyar el ataúd y bancos paralelos para ser utilizados por los familiares.
En los de tercera se prestaba el servicio gratuito para pobres y presos y el transporte de los féretros se realizaba en zorras comunes. Los deudos acompañaban en coches que no formaban parte del servicio. Todo esto se llevó a cabo cuando los tranvías eran de tracción a sangre.
Por fin en 1897 partió de la Plaza de los Portones (hoy Plaza Italia) el primer tranvía eléctrico.
Continuará…
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José «Pepe» Marquínez