Un pesebre entre los poderes del cielo y la tierra

«Natividad», fresco de Giotto realizado entre 1311 y 1320 (Imagen: Internet).

Se lee en Mateo 2:1-2: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ‘¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle’.”

¿Quién era ese futuro rey de los judíos? ¿Quién era ese niño que recién llegado al mundo era anunciado como Rey de los Judíos? ¿Quién era ese niño a quien Herodes tanto temía? Según el Nuevo testamento, en Mateo 2:13-15, la familia debió huir a Egipto para que Herodes no lo asesinara.

Cristo llegó al mundo como una intimidación. ¿A qué? ¿A quién? ¿Venía a cambiar el orden social? ¿Llegaba para poner paz en el agitado imperio romano? ¿Venía a erradicar la esclavitud y la pobreza? ¿Temía Herodes por el dominio del vasto territorio conquistado? Jesús era solo un pesebre entre el cielo y la tierra, un símbolo de victoria sobre la muerte. Una desconocida amenaza.

El niño del establo, si es que así sucedió, es un niño que nació hostigado incluso por sus propios coterráneos. Lo proclamaron “Rey de los Judíos”, sin embargo, los mismos judíos no lo reconocieron. La creencia judía tradicional es que el Mesías aún no ha llegado y que la era mesiánica aún no está presente, por eso rechazan la deidad de Cristo, entre otros argumentos.

¿Quién fue este niño que cada año convoca a festejar su nacimiento? Es el que perseguido por propios y extraños, dejó un legado perdurable en los siglos, que ha separado la crónica en un antes y después de Él; es la imagen sufriente ante quien todo cristiano se arrodilla y aún el más disimulado ateo, marca el «signo sacramental» clamando salvación, rechazando el mal.

¿Cambió el mundo con su escasa permanencia en él? Sí. La historia le reconoce al cristianismo la adopción de una serie de orden moral sobre los hechos que se vivían diariamente en la sociedad, así como el camino hacia la búsqueda del Amor, Justicia, Bien y Libertad, palabras por las que aún hoy el ser humano clama consciente de sus derechos.

Cristo no vino, como temía Herodes a apoderarse del imperio. Sus palabras: “Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” establecieron la diferencia entre los poderes del hombre y los poderes divinos, o al menos, instaló un muro entre el empoderamiento sobre lo material y el que otorga el espiritual.

Entonces, ¿qué nos dejó el niño que nació en Belén, el niño temido? El más amplio y más difícil de lograr de los mandamientos: “Ámanse los unos a los otros, como yo los he amado”. Para algunos resultó muy poco, para otros fue el camino de la salvación. En esa dicotomía, avanzó la historia del mundo y para Él y por Él se levantaron duomos, catedrales, iglesias y capillas, santuarios o pequeños espacios donde su imagen sangrante recuerda que él es la “Resurrección y la Vida”

Sin embargo, el amor no ha  superado las debilidades humanas y todavía buscamos aquello que Jesús dio y prodigó. ¿En qué intertiscios humanos se fue borrando La Palabra? ¿En qué disgresiones olvidamos al Cristo crucificado, ignorando las parábolas del Nuevo Testamento para seguir por el camino de los aprobios aún venerando su imagen?

Otra navidad nos convoca a vivir en familia, a adorar al ser que nació en un pesebre, en Belén, que pequeño e indefenso hizo temblar a Herodes. Tomo el poema de Manuel Machado “El niño divino” para cantarle a ese niño que murió por amor.

De llanto y risa /de risa y llanto.
Venid a ver el Infante /que ha nacido en el establo,
que por ser Rey de los Cielos /no quiso en tierra palacios.
…………………………………………………………..
Cuando el Niño sea un hombre /lo llevarán al Calvario…
Pero su Padre Divino /lo arrebatará en sus brazos…”

Feliz Navidad para todos.

___
Griselda Bonafede


ACOMPAÑAN

Del mismo autor

Relacionadas

Ultimas noticias