Una empresa familiar que hoy entorna sus puertas

En la serie de publicaciones realizadas en el marco de la difusión del libro «Recuerdos y más recuerdos: la historia de la familia del clan Audero», escrito por Clanel «Chocho» Audero, se menciona la existencia de dos notas que fueron redactadas por Chela de Lamberti y publicadas en el Semanario «El Eco» en el año 2012. Con gran satisfacción, compartimos en nuestra web la primera de éstas:

La sodería de Audero Hermanos, abrió al público el 2 de octubre de 1948. La sangre italiana corrió por sus espacios, infundiendo el entusiasmo por un trabajo nuevo, al que sus dueños se dedicaron con pasión.

El caudal de la memoria

El entusiasmo, la cordialidad, el caudal de la memoria, la satisfacción por el trabajo cumplido, la necesidad de narrar para que no se esfumen en las tinieblas del olvido los acontecimientos que son importantes no solo para una familia, sino también para la comunidad receptora de sus servicios; todo se articula para dar forma al relato de una vida intensa, comprometida con la tarea emprendida muchos años atrás por los padres Audero.

Estos distintivos vibran cuando la voz de Clanel Jorge Audero -«Chocho» para los conocidos- desea dejar los argumentos de una empresa nacida en 1948, que hoy entorna sus puertas y permite la escritura de páginas netamente familiares, impregnadas de historia inmigrante. Páginas que llevarán a los sunchalenses por el recorrido del tiempo hacia un ayer contagioso de mérito y oportunismo.

Los abuelos Audero

Sommariva del Bosco es una Comuna italiana situada en la provincia de Cuneo, en la región del Piamonte, hacia el norte del país. Se encuentra a unos 35 kilómetros al sur de Torino y a unos 45 al noreste de Cuneo. Se la considera la puerta de Monteu Roero.

Allí vivían los abuelos Audero, abuelos que Clanel Jorge (Chocho) no conoció porque quedaron en Italia. Luis Audero y Teresa Ambrosio tenían varias mujeres que fallecieron jóvenes y dos hijos varones: Jorge y Ambrosio. La guerra de 1914 se cernía sobre los hogares italianos prometiendo estallar y los padres enviaron a Jorge, con 17 años, hacia América -destino: el puerto de Buenos Aires- para que no debiera afrontar semejante drama de ser incorporado a las filas bélicas. Después, las salidas del país serían clausuradas. Ambrosio tenían 14 años y no ingresaría al conflicto. «Van a llamar entre 20 y 24», era la opinión. Pero no se cumplió esta premonición; lo llamaron a los 16 años, más dos de servicio militar; así que recién llegó a Argentina en 1920. Fue el comunicador de la familia, quien escribía manteniendo vivo el contacto a través del océano.

Jorge en Argentina

Un pequeño pueblo llamado La Francia, en la provincia de Córdoba, recibió a Jorge. Allí residía un par de italianos y era más fácil encontrar trabajo teniendo paisanos que le ayudarían con el idioma y además eran encargados de las máquinas rurales. Pero en el lugar existía un criollo pendenciero, provisto de armas blancas, que hablaba siempre de «destripar» a cualquiera, y este descubrió el entusiasmo entre el «gringuito» y su mujer.

El joven, con la ayuda de sus dos protectores, fue llevado con una jardinera tirada por dos caballos hasta la zona rural de Vila para salvar su vida. Allí lo recibieron Francisco Ingaramo y Teresa Tessio, quienes tenían alrededor de 21 hijos, entre varones y mujeres. A la nùmero 21 la llamaron Venturina. De todos ellos, muchos murieron siendo apenas criaturas.

El italianito trabajó como parvero, o haciendo tareas del tambo, todas las obligaciones del campo. Don Francisco se encariñó con él como si fuera un hijo más, así que cuando el «gringuito» se enamoró de su hija Antonia Petronila Ingaramo, vio con agrado tenerlo como yerno en la familia. Se casaron el seis de abril de 1920, con 18 años ella y 23 su esposo.

Antonia Ingaramo y Jorge Audero en el día de su boda, el 6 de abril de 1920 (Foto: Gentileza Clanel «Chocho» Audero).

El joven matrimonio

Primeramente tuvieron una casita en el fondo de la vivienda del suegro. Fueron llegando seis hijos: Ermelinda, Delio, Odonel, Olivio, Margarita y Clanel Jorge (Choho). Odonel falleció a los nueve años de edad y para el último de sus hijos (23/08/1936) buscaron otro nombre que rimara; de ahí surgió Clanel y le agregaron Jorge, como el padre.

Santiago Ingaramo (hijo) le alquiló a su cuñado italiano 300 hectáreas pero llegó la tremenda sequía de los años 1947-48. Con gastos de toda índole y el fracaso del campo, la muerte de animales; no alcanzaba la comida sobre la mesa hogareña. «Llegó un momento en que se tocó fondo económicamente», recuerda hoy Clanel Jorge. «Todo Vila sabía del terrible problema que estábamos afrontando», continúa.

Un cambio de vida

«Juan Porta, quien era dueño de un bar y también de una pequeña sodería en el pueblo, le comentó a mi padre que en Sunchales estaba en venta una sodería. La misma era de Marcelino Frencia, hijo de Don Bartolomé Frencia, cuyo nombre figura en la placa del mástil de la plaza Libertad como uno de los primeros pobladores. Papá no sabía nada de soderías pero se decidió lo mismo. Asoció por dos años a Tomás Gramaglia, un amigo, para reunir el dinero. Allá vendieron arados, herramientas, animales, todo, para comenzar una nueva vida en Sunchales. Solamente trajeron una yegua con su hija, una jardinera de cuatro ruedas, gallinas y un auto. El dos de octubre de 1948 comenzó a trabajar en la nueva firma al frente de la sodería».

Y la sangre italiana corrió por sus venas infundiendo el entusiasmo por un trabajo nuevo, al que se dedicaron con fervor. Ambrosio se quedó en Vila, allí fue zapatero, talabartero, y realizó toda clase de tareas. Hoy narra esta historia Clanel Jorge Audero «Chocho», con toda la nostalgia contenida en su corazón apasionado por el trabajo que desempeñaron durante 63 años. La trayectoria de la firma Audero Hnos. será tema de una nueva página.

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Chela de Lamberti
Semanario «El Eco» – 14 de febrero de 2012

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